jueves, 5 de febrero de 2009



ISRAEL Y PALESTINA; SEGURIDAD Y JUSTICIA
El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurion proclamaba el Estado de Israel en tierras de la antigua Palestina, decisión que había propiciado la ONU al aprobar en 1947 la partición de Palestina en dos mitades, una árabe y otra judía.

Sesenta años después, la paz no ha sido posible en aquella tierra y los enfrentamientos entre Israel y los palestinos y sus aliados se han sucedido. En la Guerra de los seis días de 1967 el ejército israelí, siendo ministro de Defensa Moshe Dayan, derrotó a las fuerzas árabes y logró el control del Sinaí, Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los altos del Golán. La Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU de noviembre de 1967, convertida en Resolución de referencia, requería el establecimiento de una paz justa y duradera en Oriente Medio aplicando dos principios: la retirada del ejército israelí de los territorios ocupados y el reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia de todos los Estados de la zona y su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas.

En Israel se han ido asentando judíos procedentes de 70 países que han puesto en crisis una identidad común, y hoy da la impresión de que la identidad israelí se basa en la relevancia de un enemigo exterior y la de los palestinos en la destrucción del Estado de Israel. El sueño del Israel que imaginaron los fundadores no se ha cumplido y los palestinos, en un proceso de islamización creciente, viven divididos en Jordania, en la Cisjordania ocupada, en la Gaza aislada, en campamentos de refugiados en Líbano... En Israel viven 1,3 millones de ciudadanos árabes, con una tasa de natalidad muy elevada, muchos de los cuales se sienten más identificados con los objetivos palestinos que con los del Estado donde viven y algunos de sus líderes no han dudado en pedir la disolución del Estado israelí.

Enunciar la solución posible es fácil. Israel debiera aceptar las Resoluciones de Naciones Unidas que requieren la retirada de los territorios ocupados donde pudiera asentarse el Estado de Palestina y los palestinos debieran renunciar a la violencia y aceptar la existencia y reconocimiento de Israel como Estado. Lo complicado es articular esa solución.

Yaseer Arafat en 1988 dio un paso importante al reconocer la legitimidad de Israel, lo que posibilitó el proceso de Oslo, firmado en la Casa Blanca el 13 de noviembre de 1993, por el que las partes se comprometían al final del conflicto sobre la base de la existencia de dos Estados. El proceso no avanzó en la dirección prevista y Arafat terminó por vivir aislado en la Mukata de Ramala hasta que salió para morir en París.

Hoy, la debilidad de la Autoridad Palestina es evidente y las dos corrientes palestinas Al Fatah, la organización política y militar fundada por Arafat a finales de los cincuenta y Hamas, movimiento islámico de resistencia fundado en 1987 por el Jeque Ahmed Yasin con el objetivo de establecer un estado islámico en la región histórica de Palestina que no solo incluye las zonas ocupadas sino la totalidad del Estado de Israel, se manifiestan con estrategias irreconciliables que impiden que un proceso de paz pueda avanzar lo suficiente para que puedan coexistir dos pueblos y dos Estados. A pesar de los acuerdos de paz firmados con Egipto y Jordania en 1979 y 1994, el mundo árabe, y particularmente el mundo islámico, nunca ha aceptado la legitimidad del Estado de Israel. Irán, a través de su presidente Mahmud Ahmadineyad ha lanzado amenazas públicas de destruir Israel.

¿Hasta donde puede soportar un Estado, Israel en este caso, que sus ciudades se vean atacadas por una organización terrorista como Hamas que nos solo no reconoce a Israel sino que busca su destrucción? Son más de 8.000 los proyectiles lanzados por la organización terrorista Hamas sobre áreas civiles de Israel.

Seguramente es cierto, como afirman la mayoría de los analistas políticos, que el conflicto de Oriente Próximo no se resolverá por las armas. Pero esto es algo que no solo le corresponde comprender a Israel sino también a los movimientos palestinos que defienden la violencia como fórmula de supervivencia. La violencia como sustituto de la política nunca es la solución.
Israel está allí para quedarse, para sobrevivir como pueblo y para defender su presente y su futuro como Estado soberano. En marzo de 2002 la Liga Árabe ofreció a Israel el reconocimiento pleno de todos sus miembros a cambio de una retirada de los territorios ocupados. Aquella tesis de cambiar paz por territorios aparece como abandonada, pero quizá en el momento actual haya que retomarla con los matices impuestos por el tiempo. Palestinos y judíos están decididos a vivir en un mismo territorio, pero ¿es eso posible cuando se han acumulado tantos odios y enfrentamientos? No es fácil imaginar hoy la coexistencia de los dos Estados sobre la línea verde del armisticio de 1949.

En septiembre de 2005 Israel se retiró de Gaza tras una ocupación de 25 años y abandonó más de veinte asentamientos judios que allí tenía con miles de colonos. En junio de 2007 Hamas tomó el control de Gaza y expulsó a las fuerzas de Al Fatah. En junio de 2008 Hamas e Israel, con la intermediación de Egipto, acordaron un alto el fuego de 6 meses que Hamas rompió unilateralmente antes de cumplir ese plazo. En respuesta a los cientos de cohetes lanzados desde Gaza hacia el sur de Israel, el ejercito israelí ataca la franja de Gaza el 29 de diciembre de 2008.

Israel tiene derecho a defenderse, a sentirse seguro en sus fronteras y a tratar de evitar que sus ciudadanos sean atacados por Hamas. Pero Israel no tiene derecho a considerar a todos los palestinos como culpables de las acciones terroristas de Hamas, que coloca a la población civil como escudos humanos mientras mantiene sus ataques a ciudades de Israel. Hamas con apoyos de Siria e Irán, que también proporcionan armas a Hezbolá, lleva años atacando a Israel desde la franja de Gaza y haciendo sufrir a los habitantes del país hasta donde llegan sus cohetes, que hace tiempo dejaron de ser simples artefactos artesanales.

Israel tiene derecho a su seguridad como Estado y al reconocimiento de sus fronteras por el mundo árabe. El pueblo palestino así debe aceptarlo y desde esa premisa será posible que se haga justicia con la proclamación de Palestina como Estado soberano. La seguridad de Israel será mayor, no tanto porque derrote a sus enemigos, sino por cuanto sea capaz de vivir en paz con sus vecinos. Ese objetivo será posible por el compromiso firme de todas las partes implicadas.

Israel se defiende afirmando que ha aplicado en Gaza el principio de la legítima defensa, pero la fuerza de sus ataques y las consecuencias en la población civil, han elevado la tensión hasta encontrarnos ante una espiral de violencia y destrucción siempre difíciles de frenar. Las bajas civiles, expuestas en los medios de comunicación, han querido situar a Israel y no a Hamas como único responsable ante la comunidad internacional.

Solo el interés por superar los agravios cometidos en la población palestina, la coincidencia de la intermediación de la comunidad internacional y de los países árabes moderados, el reconocimiento de Israel por los países árabes, incluida la Autoridad Palestina como legítima representante de los palestinos, hará posible una tregua efectiva y duradera y retomar el tiempo necesario y la capacidad política para abrir nuevas vías de diálogo en la búsqueda de una paz estable en Oriente Próximo.

(artículo publicado en El Diario Montañés el 29.01.09)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por cierto ¿ que te parecen las declaraciones el otro día de Aznar en Jerusalén?

Sin comentarios ¿ verdad ?

Anónimo dijo...

Tema delicadísimo. Sobre el cual es muy dificil hablar sin herir susceptibilidades.


Prefiero herir susceptibilidades con la Bellucci...(perdonad chicas, no quería parecer un machísta).
De hecho soy tan poco machista que me puedo permitir el lujo de hacer un par de chistes al año al respecto sin que me suba el índice en la sangre...