jueves, 27 de junio de 2019


En septiembre de 1943, todavía en plena Segunda Guerra Mundial, las tropas nazis rescataron a Mussolini, que había sido depuesto y apresado y le colocaron al frente de un gobierno títere al servicio de Hitler.
GINO BARTALI era entonces un gran ciclista, muy popular, católico practicante y miembro de la Resistencia antifascista. Como ciclista ganó tres Giros y dos Tours. El contrapunto de Bartali en el ciclismo italiano fue otro ídolo: Fausto Coppi, joven de izquierdas y agnóstico.
Bartali aprovechaba sus salidas en bicicleta por carreteras de la Toscana para llevar, fotos, dinero y documentos escondidos en su bicicleta, y de esa forma ejercía como enlace de una organización que habían puesto en marcha el Cardenal Elia Dalla Costa y el rabino Nathan Cassuto y que hizo posible salvar a muchos judíos italianos. No es posible conocer cuantos salvaron la vida garcias a los documentos y gestiones que llevó a cabo el ciclista italiano, quizá más de 800.
Tuvieron que pasar algunos años para conocer aquellos hechos.
En 2013, a título póstumo, fue nombrado Justo entre las Naciones por el Yad Vashem, la institución oficial israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto perpetrado por los nazis contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Como homenaje a GINO BARTALI, la edición del Giro del año 2018 comenzó en Jerusalén y dos etapas tuvieron su recorrido en Israel.

lunes, 24 de junio de 2019

Me sigue gustando DIANE LANE a quien he visto hace unos días en “Trumbo, la lista negra de Hollywood”, una película de 2015.

jueves, 20 de junio de 2019



Aproveché una visita a Valladolid para ver una exposición de Juan Navarro Baldeweg (nació en Santander en 1939) en el Museo “Patio Herreriano”. Son dos esculturas y 19 cuadros de variedad figurativa, aunque desde una personal organización de los elementos geométricos, avanza hacia la abstracción. Exposición interesante.

domingo, 16 de junio de 2019

FERNAND LEGER (1881 – 1955). Pintor cubista muy personal.

jueves, 13 de junio de 2019


“CRISTO CRUCIFICADO” de BENVENTO CELLINI.
Es una obra realizada en Florencia en 1562 en mármol blanco de Carrara. Fue un regalo de Francisco de Médici en 1576 a Felipe II y hoy forma parte del Patrimonio Nacional en España. Está en la basílica del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Es una imagen desnuda y siempre ha estado púdicamente cubierta con un paño anudado a la cadera.

viernes, 7 de junio de 2019


Notas después de leer “El orden del día” de Éric Vuillard, premio Goncourt en 2016
El 20 de febrero de 1933 (unos días antes del incendio del Reichstag), en el propio Reichstag tuvo lugar una reunión secreta, (no estaba en el orden del día), en la que veintisiete grandes industriales alemanes —entre ellos los dueños de Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Bayer, Allianz, Telefunken, Agfa y Varta— acordaron donar ingentes cantidades a Hitler para conseguir la estabilidad que él prometía, apoyándole en las inminentes elecciones parlamentarias. Los empresarios se reunieron en el despacho de Göring y, tras escuchar a Hitler, acordaron entregar unas sumas muy importantes de dinero para garantizar la victoria del NSDAP. Gustav Krupp, el célebre empresario del acero, donó entonces un millón de marcos a los nazis.
Fueron algunos de los grandes empresarios que financiaron el ascenso de Hitler al poder y conservaron sus privilegios tras la guerra. Querían creer que así lograrían evitar el ascenso del comunismo y neutralizar a los molestos sindicatos y entrar en una nueva era de prosperidad.
Entre los asistentes, se halla Gustav von Krupp, poderoso gestor del grupo Krupp AG, la compañía que desde hace décadas lidera en Alemania la producción de acero, armamento y maquinaría agrícola pesada. Su fotografía sirve de portada a la novela de Vuillard, mostrando el rostro aristocrático de un hombre que llegó a construir empresas en las cercanías de Auschwitz para utilizar mano de obra esclava. 
Desde aquel año, Hitler ideó una estrategia de cara a la comunidad internacional para anexionarse Austria «pacíficamente»; para ello, mientras se ganaba el apoyo o el silencio de algunos primeros ministros europeos, mantuvo una guerra psicológica con el dictador nacional católico de Austria, el canciller Kurt vonSchuschnigg, que se entrevistará con Hitler en Berghof, intentando preservar la soberanía de Austria, pero su carácter débil naufraga en la impotencia. La invasión será un hecho. Las multitudes aplauden y sonríen, pero en el mes siguiente se suicidan en Austria 1.500 personas: judíos, socialdemócratas, intelectuales.
En “El orden del día” se narran hechos y escenas sobre el ascenso de Hitler al poder, en una lección de literatura, historia y moral política. Una magnífica novela, original, provocadora, muy bien escrita.
El nacionalsocialismo alemán aprovechó la exaltación nacionalista de Herder y Fichte, el panegírico del Estado prusiano de Hegel y la utopía comunitaria de Schelling. Son ideas filosóficas, pero en los años 30 ya habían echado raíces en el inconsciente colectivo. Cuando Hitler anunció a sus generales en 1937 que el Reich alemán debía controlar el corazón de Europa y extenderse hacia el Este, no halló oposición, sino entusiasmo. La doctrina del espacio vital ya no parecía una reivindicación política, sino una exigencia de la razón.
Hitler fue derrotado, pero las empresas que lo financiaron y obtuvieron grandes beneficios con su régimen, apenas respondieron por sus crímenes. Bayer, BMW, Siemens, Agfa, Shell, Telefunken, IG Farben, utilizaban mano de obra procedente de Mauthausen, Dachau y Auschwitz.
El poder económico se adapta a cualquier ideología para no perder su influencia. Hitler perdió la guerra, pero los Krupp siguen ahí, “con los mismos pañuelos de seda en el bolsillo de la chaqueta”, preparados para el próximo asalto. “Nunca se cae dos veces en el mismo abismo -concluye Vuillard- Pero siempre se cae de la misma manera, con una mezcla de ridículo y terror”. 

lunes, 3 de junio de 2019



“Santa Ludgarda”, “El tránsito de San José” y “San Bernardo curando a un tullido”, son tres obras de Goya de 1787 que he visto hace unos días en los retablos de la capilla del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana en Valladolid, fundado en 1596.