viernes, 30 de julio de 2010

Ya está en la calle (y a la venta) el nº 8 de la Revista QVORVM, revista cultural que se edita en Santander y que dirige Ana Rodríguez de la Robla. En ella se incluye una colaboración de este servidor de todos/todas ustedes.

martes, 27 de julio de 2010

Alguien me ha dicho que últimamente estoy muy serio en el blog, así que ahí os va esa foto y que alguien me diga de que actriz se trata y en que serie de TV trabaja.

miércoles, 21 de julio de 2010

La pintora MARUJA MALLO (1902 – 1995) se llamaba en realidad Ana María Gómez González.
Viajó a Madrid muy joven para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y conoció a Dalí, María Zambrano, García Lorca, Alberti, Pepín Bello, Miguel Hernández, Luis Buñuel.
Comenzó ilustrando Revista de Occidente y su primera exposición, en 1928, fue en los salones de la revista de Ortega y Gasset.
Becada por la Junta de Ampliación de Estudios viajó a París donde comienza su etapa surrealista más intensa.
Regresa de París, se compromete muy activamente con la República y participa en las Misiones Pedagógicas.
Estudiará geometría y matemáticas. Expresó como nadie las vanguardias, la ruptura. Fue rebelde, sofisticada y extravagante.
Se exilió en 1939 gracias a la ayuda de Gabriela Mistral, entonces embajadora de Chile en Portugal y desde Lisboa se trasladó a Buenos Aires.
Gran parte de su obra cerámica fue destruida durante la guerra civil española.
Con el peronismo salió de Argentina hacia Nueva York y en 1965 regresó a España como una desconocida. En el exilio y a su regreso a España siguió pintando, indagando con su vitalidad habitual. Pero con su salida al exilio en 1939, Maruja Mallo no volvió a ser la misma ni como persona ni como pintora.
Murió con 93 años y con algunos reconocimientos públicos en sus últimos años.

domingo, 18 de julio de 2010

He terminado de leer “LA LUZ CRESPUSCULAR” de Joaquín Leguina.
Salvo excepciones muy aisladas, no existe en España tradición de que los políticos escriban sus memorias o reflexiones sobre lo vivido una vez que se alejan de la política activa. Esa falta de tradición se nota en los políticos socialistas que protagonizaron la transición y gobernaron en unos años tan importantes como los de 1982 a 1996.
Quizá no siempre esas memorias tuvieran interés para el lector, pero sí serían documentos valiosos para conocer mejor una determinada época de la historia de nuestro país.
Conozco algunos casos en que esas memorias se han limitado a una transcripción de agendas de trabajo o a redactar páginas de autoexculpación. Esos casos no son útiles.
Joaquín Leguina, pertenece a esa generación en la que me incluyo, que no vivió la guerra civil aunque sí algunas de sus peores consecuencias, que protagonizó o vivió las revueltas universitarias de las que se derivaron cambios sociológicos, el mayo francés, la guerra de Vietnam, la dictadura y su desaparición para construir un Estado democrático, los golpes de un terrorismo sanguinario, las revoluciones triunfantes o fracasadas de América Latina, la experiencia de la Unidad Popular de Allende en Chile, el reacomodo de la socialdemocracia en un mundo tan cambiante que produjo la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, los triunfos y fracasos electorales del PSOE…
Joaquín Leguina, en “La luz crepuscular”, con varias voces o varios protagonistas, en una especie de memoria sentimental, se acerca a describir la época que le tocó vivir: el mayo francés, el Chile de Allende, la transición, la invención de la Comunidad Autónoma de Madrid, la última historia del PSOE etc. sin olvidar su entorno familiar y sus aventuras sentimentales.
Si de algo se le puede achacar al autor, es un cierto “distanciamiento” respecto a acontecimientos que vivió y protagonizó, al caer en ocasiones, en la tentación de ser un espectador privilegiado que narra los hechos.
En todo caso, como Leguina escribe bien, es una persona culta y reflexiona, leo el libro con gusto, como había leído con satisfacción prácticamente todas sus novelas anteriores

lunes, 12 de julio de 2010

Que la selección española de fútbol gane un Mundial y que lo haga jugando bien y haciéndonos disfrutar, se merecía una entrada. Y lo ha hecho en Sudáfrica y ganando a Alemania y antes a Portugal y en la final a Holanda. Estas cosas no suceden todos los días y por ello seré uno de los que podremos decir: “yo vi aquel partido”.

jueves, 8 de julio de 2010

He visto la película “MAL DÍA PARA PESCAR”, una película hecha en coproducción hispano-uruguaya, ópera prima dirigida por Álvaro Brechner, director uruguayo residente en Madrid que anteriormente había dirigido algunos cortos premiados en festivales internacionales.
La película, estrenada en diciembre de 2009, está basada en una narración del uruguayo Juan Carlos Onetti.
El “Príncipe” Orsini, (Gary Piquer) un ingenioso, cínico y pícaro manager, viaja por pueblos de América Latina acompañado por un forzudo ex campeón del mundo de lucha libre Jacob van Oppen (Jouko Ahola) formado en la antigua República Democrática Alemana, aunque hoy sea una mole de carne, alcohólico y sin futuro. El “Príncipe”, apoyado en su verborrea, organiza luchas de ferias y desafíos por dinero que siempre gana su ex campeón. En un pueblo, Santa María, el mánager ve peligrar su negocio porque una muchacha de la localidad, Adriana (Antonella Costa) empuja a su novio a luchar para conseguir la recompensa que Orsini ofrece y que no tiene. Adriana no acepta los chanchullos de Orsini. Está embarazada y necesita el dinero del desafío para casarse.
Una muy buena película, donde una pareja quijotesca sobrevive en una aventura humana de pícaros, de circunstancias cómicas y trágicas de la propia vida, en ciudades latinoamericanas olvidadas, en un lenguaje cinematográfico de drama y comedia.

lunes, 5 de julio de 2010

“Aquí acaba el mar y empieza. Llueve sobre la ciudad pálida, las aguas del río corren turbias de barro, están inundadas las arboledas de la orilla.”

El pasado 18 de junio de 2010 fallecía JOSÉ SARAMAGO. Tenía 87 años. Premio Nóbel de literatura en 1998.

“Mi narrativa es poesía en expansión”

TITULOS DE SUS OBRAS
“Las pequeñas memorias”
“La balsa de piedra”
“Alzado del suelo”
“El año de la muerte de Ricardo Reis”
“Memorial del convento”
“El Evangelio según Jesucristo”
“Historia del cerco de Lisboa”
“”El viaje del elefante”
“Caín”
“Ensayo sobre la ceguera”
"Todos los nombres”
“Las intermitencias de la muerte”
“La “La caverna”

“Tú estabas, abuela, sentada en la puerta de tu casa, abierta ante la noche estrellada e inmensa, ante el cielo del que nada sabías y por donde nunca viajarías, ante el silencio de los campos y de los árboles encantados, y dijiste, con la serenidad de tus noventa años y el fuego de una adolescencia nunca perdida: “El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir”. Así mismo. Yo estaba allí”.

jueves, 1 de julio de 2010

Comento el interesante libro: “Un asunto sensible” de Miguel Barroso, autor de “Amanecer con hormigas en la boca”, escrita como una novela negra con el fondo de la Revolución cubana.
Al derrocamiento de la dictadura de Batista contribuyeron: el Movimiento 26 de Julio, donde estaba Fidel Castro; el Directorio Revolucionario; sectores del Partido Auténtico y el Partido Socialista Popular (Partido Comunista), que fue el último en unirse al proceso revolucionario. Esos grupos se unificaron en lo que se llamó Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y posteriormente en el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), que se convirtió en el Partido Comunista Cubano (PCC) en 1965.
Al comienzo del proceso revolucionario, podíamos hablar de cierta confusión ideológica excepto en los comunistas más históricos que eran quienes mantenían las relaciones con la Unión Soviética. Castro aceptaba los postulados ideológicos del comunismo y obtenía el apoyo de la Unión Soviética, pero marginando en lo posible a los viejos comunistas.
La edición de Mondadori de “Un asunto sensible” tiene en la portada la fotografía de un charco de sangre que cae de una escalera en una casa de La Habana. El hijo de los porteros mira la mancha. El libro nos acerca al juicio sobre el crimen de la calle Humbolt 7, que dejó al descubierto tensiones en el seno del poder revolucionario de Cuba que había llegado a La Habana el 1 de enero de 1959.
Cuatro jóvenes del Directorio Revolucionario, supervivientes del asalto al Palacio Presidencial del Dictador Fulgencio Batista el 13 de marzo de 1957, fueron cercados y acribillados unas semanas después por los policías de Esteban Ventura, responsable de la policía de La Habana y conocido torturador, cuando estaban escondidos en el apartamento 201 del número 7 de la calle Humboldt.
Siete años más tarde, en 1964, cuando Castro llevaba cinco años en el poder, se abrió un juicio en el que Marcos Armando Rodríguez, conocido como “Marquitos”, fue el único que se sentó en el banquillo acusado de la delación que hizo posible la muerte de aquellos cuatro jóvenes. Fue sentenciado a muerte al término de un proceso amañado, retransmitido en directo y seguido por la mayoría de la población cubana. Fidel Castro intervino en aquel juicio asumiendo los papeles de fiscal y juez de los enemigos de la Revolución. “Marquitos” fue fusilado.
Los vínculos de “Marquitos” con el Partido Comunista eran conocidos y líderes supervivientes del Directorio, como Faure Chomon, apuntaron como culpable al “sectarismo”, alusión al Partido que habría protegido al culpable hasta que en 1961 fue detenido en Praga. Fidel no podía admitir esa acusación y lanzó una soflama contra las divisiones en el movimiento revolucionario: “¡Que esta Revolución no devore a sus propios hijos! ¡Que la ley de Saturno no imponga sus fueros! ¡Que las facciones no asomen por ninguna parte”.
Fidel quería acabar con el Directorio y el Movimiento 26 de Julio, pero no aceptaba la constitución de un poder comunista autónomo y que el antiguo PSP montara en la isla una sucursal de Moscú. La historia es conocida a partir del asunto Aníbal Escalante, y el juicio a Marcos Rodríguez eliminó otro obstáculo y mostró quien mandaba allí.
El juicio dejó al descubierto las tensiones internas en el seno del poder revolucionario, debilitó a la vieja guardia comunista y Joaquín Ordoqui, dirigente histórico del PSP y viceministro de las Fuerzas Armadas sufrió arresto domiciliario hasta su muerte en 1973 acusado de colaborador de la CIA, y salpicó a la ministra de Cultura Edith García Buchaca, esposa de Ordoqui, responsable de la caza de brujas empezada con Cabrera Infante. Ordoqui fue acusado por una traición que no cometió, y que todo el mundo sabía que no había cometido.
El autor se pregunta: ¿cómo fue posible fusilar a un comunista infiltrado dentro del Directorio, en la Cuba de 1964 que había sido detenido en 1961?; ¿por qué informó a la policía? En el proceso a “Marquitos” se enjuiciaba el comportamiento de un comunista que había colaborado con la policía de Batista, lo que ocasionó la muerte de cuatro combatientes. La prensa y la realidad vincularon a un militante comunista con un caso de traición.
“Es un asunto sensible. Aquí, todavía, ese caso que a usted le interesa es un asunto sensible”, le comenta a Barroso en La Habana Philip Agee, amigo de Cuba y ex-agente de la CIA.
Miguel Barroso extrae sus conclusiones de la documentación disponible, de los archivos de la CIA y de la seguridad checa y de los testimonios de supervivientes. En la investigación se suceden las entrevistas con la viuda de Ordoqui y con su hijo; con Phillip Agee en Cuba, que le insinúa dónde encontrar pruebas; en Miami con Jorge Valls, amigo de Marcos Rodríguez. El atrevimiento de Valls de defender la inocencia de “Marquitos” le costó 20 años de cárcel. En Guatemala se encontró con Carlos Manuel Pellecer, un comunista pasado al anticomunismo más extremo por el que entiende el origen de la acusación lanzada contra Ordoqui. Se entrevista con disidentes como Carlos Franqui y Martha Frayde, con familiares de verdugos y con conocidos de Marcos y familiares de los asesinados.
El crimen de Humbolt 7 marcó las vidas de los familiares de las víctimas, la del delator, que fue ejecutado, las de los amigos del delator, las de los que colaboraron de una u otra forma con él. Todos quedaron marcados por ese crimen, excepto los responsables. Esteban Ventura, sicario de Batista, murió a los 80 años en Miami y nunca le pidieron cuentas.
Publiqué este comentario en El Diario Montañés el 7 de enero de 2010