jueves, 22 de julio de 2021


Notas después de leer “El café sobre el volcán” de Francisco Uzcanga.

El Berlín de entreguerras fue un hervidero artístico. Y su epicentro se situaba en el Romanisches Café. No es extraño que las visitas guiadas de la época se detuvieran a sus puertas y lo calificaran como «el olimpo de las artes inútiles, la sede de la bohemia berlinesa». Los visitantes podían encontrarse, con más o menos frecuencia, a personajes capitales en la cultura del siglo XX. De Stefan Zweig a Marlene Dietrich, de Albert Einstein a Sylvia von Harden, de Billy Wilder a Carola Neher, de Otto Dix a Else Lasker-Schüler, de Bertolt Brecht a Käthe Kollwitz, de Josep Pla a Egon Erwin Kisch, y también a Joseph Roth, Kurt Tucholsky, Alfred Döblin, Walter Benjamin, Heinrich Mann....

La crónica del Berlín de entreguerras arranca en 1922 y acaba en el fatídico año 1933. Este libro recrea el ambiente del café y nos avanza momentos de las vidas de sus más ilustres clientes, todas ellas atravesadas por los intensos dilemas que sacudieron la primera mitad del siglo XX, como la Primera Guerra Mundial o el auge del fascismo. Los nazis como el siniestro Goebbels, escritor frustrado, situarán a este café en su punto de mira.

"Los judíos bolcheviques están sentados en el Romanisches Café y urden ahí sus siniestros planes revolucionarios; por la noche invaden los locales de esparcimiento de la Kurfürstendamm, se dejan incitar al baile por orquestas de negros y se ríen de las miserias de la época". El autor de la frase es Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler.

Cuando se acaba la lectura uno se pregunta qué hubiera sido de Europa si toda esa explosión de talento hubiera seguido reuniéndose en el Romanisches Café, divirtiéndose, sableándose, criticándose y generando tal explosión de creatividad.

Algo similar ocurre cuando uno estudia el exilio español después de la Guerra Civil y se pregunta que hubiera sido de España con la presencia de todo aquel capital humano que tuvo salir del país.

Resultan muy interesantes sus explicaciones sobre la inflación de 1923, que enlaza con el asesinato de Walther Rathenau y sus observaciones sobre los motivos que auparon a Hitler al poder.

El Berlín de los años veinte es también el Berlín de la emancipación de las mujeres, a las que la ausencia de los padres y esposos durante la Gran Guerra había demostrado que no sólo era posible vivir sin hombres, sino también que podían ejercer con éxito los diversos roles y cargos que su ausencia había dejado vacantes. Nos imaginamos a las mujeres de aquel Berlín, caminando apresuradas durante el día con el corte de pelo a lo bubi y zapatos planos para salir luego por la noche con un cigarrillo con boquilla, liberadas por fin de la faja de sus madres y abuelas, descaradas, libertinas y tremendamente vivas.

El éxito y el papel emblemático del Romanisches Café se explican por su función de reunir entre sus paredes a todo aquel universo cultural en efervescencia, incluyendo, por supuesto, a los ansiados mecenas. El Romanisches Café no tardaría en tener también una mesa para la Gestapo.

En marzo de 1933, una patrulla nazi entró y destrozó el mobiliario.

En 1943 una bomba aliada se lo llevó definitivamente.

“El Romanisches encarnó el Berlín de aquella época. Es decir, todo aquello que odiaban los nazis: el cosmopolitismo, la modernidad, la literatura de asfalto…”, asegura el autor.

Un libro documentado y de lectura muy recomendable.

 

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