domingo, 7 de julio de 2019




La Residencia de Estudiantes ha recuperado este año 2019 en tres volúmenes, las memorias VICTORINA DURÁN (1899 – 1993), pintora vanguardista,  figurinista, escenógrafa, crítica de teatro y escritora. En su exilio en Argentina fue directora del Teatro Colón de Buenos Aires. La edición ha corrido a cargo de  Idoia Murga y Carmen Gaitán.
En 1917 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, compartiendo aulas con Rosa Chachel y Matilde Calvo Rodero, con quienes mantendrá una amistad de por vida, y con Salvador Dalí, Gregorio Prieto, Maruja Mallo y Timoteo Pérez Rubio.
Colaboró con Irene López Heredia, Lola Membrives y con Margarita Xirgu y dejó tanto en Madrid como en Buenos Aires, donde vivió exiliada más de 25 años, un abundante trabajo en el escenario, el lienzo y el papel. Expuso en Uruguay, Brasil, Chile, Alemania, Francia,
Participó en la Exposición Internacional de París de 1925, en la sección de Arte e Industrias textiles.
Antes de convertirse en una de las figurinistas y escenógrafas más demandadas de la vida teatral madrileña previa a la guerra, Durán fue una de las fundadoras en 1926 de una asociación clave de la época, el Lyceum Club Femenino, un centro cultural destinado a defender la igualdad y la plena incorporación de la mujer a la educación y al trabajo, que acogería actividades muy diversas, desde el famoso té de la tarde hasta conferencias y exposiciones. Su nombre aparece asociado a una de las compañías de teatro más renovadoras de aquel tiempo, la TEA (Teatro Escuela de Arte) de Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Azaña, donde entró en contacto con Margarita Xirgu, luego exiliada también en Argentina.
Victorina Durán Cebrián ganó por oposición la Cátedra de Indumentaria del Conservatorio de Música y Declamación, que estaba vacante por el fallecimiento del pintor Juan Comba.
Con Federico García Lorca tuvo una relación muy corta y marcada por la complicidad de una sexualidad diferente.
Con los datos aportados en sus memorias se puede reconstruir el Círculo Sáfico de Madrid, con su década dorada desde la fundación del Lyceum Club hasta que estalló la guerra civil. Un lugar de encuentro y tertulia donde se reunirían mujeres como Carmen Conde, Irene Polo, Lucía Sánchez Saornil, Elena Fortún, Matilde Ras, Victoria Kent. Mujeres rebeldes, feministas y transgresoras, como Victorina Durán, que se atrevió a vivir abiertamente su lesbianismo en el contexto de una España rancia e intolerante.
La artista regresó a nuestro país en 1963 (había salido en 1937)  comienza a trabajar con Nati Mistral y solicita la pensión que le correspondía como antigua catedrática de Indumentaria del Real Conservatorio de Música y Declamación. Se la concedieron tras mucho litigio, pero era tan escasa que hubo de volver al mundo de la escena y hacia  el final se trasladó a Peñíscola, donde abrió un bar de copas y siguió pintando.
Murió en 1994, y en su epitafio se puede leer: “No sé si habré dejado de amar por haber muerto o habré muerto por haber dejado de amar”.

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