miércoles, 24 de agosto de 2011












Con motivo de la Feria Taurina en la última semana del mes de julio, se publica en Santander una revista: “Toros” para la que, desde hace diez años, me piden una colaboración. Esta es la publicada en este año 2011.

“HUELLAS EN LA BARRERA” de JOSE CABALLERO

Sabía que a mi tío Marcelino le gustaría leer “La memoria no es nostalgia. José Caballero” de Marian Madrigal Neira, publicado en octubre de 2010, un texto que resume la tesis doctoral de la autora sobre el pintor. Sabía que le iba agradar leer la vinculación de la obra de Caballero al mundo de los toros y de manera particular la historia de sus ilustraciones al “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Federico García Lorca.
- ¿Qué tal te encuentras?, pregunté a mi tío Marcelino, mientras le hacía entrega del pequeño obsequio.
- De momento aguanto. La vida me ha dado algunos puntazos y bastantes revolcones. Esto de ahora es una cornada fuerte, pero es que no es la definitiva.
Llevaba una temporada en la que apenas salía de casa, aquejado de unos fuertes dolores de huesos y yo acudía a visitarle siempre que me era posible.
- José Caballero fue muy amigo de Lorca y colaborador de La Barraca. Te agradezco mucho el libro. Recuerdo cuando hace unas semanas me llevaste a ver la exposición de Caballero en el Círculo de Bellas Artes que titularon “Caminos de papel” con obra suya de 1951 a 1991.
Fue en el verano de 1934 cuando Sánchez Mejías decidió volver a los ruedos. Tenía 45 años. El 11 de agosto sustituía a Domingo Ortega y un toro le corneó en la plaza de Manzanares. Se le trasladó a Madrid para ser operado. En el viaje le acompañaba José Bergamín. Se le declaró una gangrena y falleció el 13 de agosto de aquel año 1934.
- Triste y muy impresionado por aquella muerte, me decía mi tío Marcelino, García Lorca parece que se trasladó a Santander donde iba a actuar La Barraca y fue en aquellos días cuando decidió escribir su famoso poema “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”.
- Dice la autora en el libro que en noviembre de 1934 dio a conocer por primera vez el poema elegíaco y que cuando decidió que se publicara, encargó a su amigo José Caballero las ilustraciones.
La edición, que salió en 1935, estuvo a cargo de Cruz y Raya y por problemas económicos tan solo fue posible imprimir tres dibujos, entre los que se incluyó una orla romántica con el retrato del torero, figurando en la parte de abajo del dibujo la frase “Lo recogió la Blanca Paloma”. Un segundo dibujo “La Cogida y la Muerte” plasmaba el momento en que el torero sufre la cornada y es recogido por unas mujeres y en el tercer dibujo “Cuerpo presente” José Caballero reflejaba el velatorio del cadáver.
Las ilustraciones, al menos dos de ellas, son marcadamente surrealistas. José Manuel Caballero Bonald ha dicho que José Caballero “ha sido considerado el más eminente pintor surrealista español”.
- Mi opinión, le decía a mi tío Marcelino, es que agotó las posibilidades que le ofrecía el surrealismo y desde ahí llegó a la abstracción, abandonó los elementos figurativos que cambió por la expresión de sensaciones y se acercó a la geometrización de los espacios y al informalismo incrustando en sus obras diferentes materias.
- ¡Cómo te expresas sobrino! Ya sabes que la guerra le sorprendió en zona nacional y por circunstancias personales y familiares ahí se quedó. Terminada la guerra colaboró como ilustrador en las revistas del Régimen “Vértice”, “Laureados” y “Escorial”. Pintó murales en edificios públicos y diseñó vidrieras de algunas iglesias. Todo eso es cierto, pero me parece exagerado e injusto que Trapiello le califique de pintor de cámara del Movimiento. Lo cierto es que fue un hombre atormentado por sus contradicciones y esa amargura la trasladó a su pintura.
- ¿Llegaste a conocer personalmente a José Caballero?, pregunté a mi tío Marcelino.
- Coincidí con él en algunas reuniones políticas clandestinas, pero de esa historia hablamos otro día, si quieres.
En el libro encontraría mi tío la historia de cómo en 1964 le encargaron una nueva edición ilustrada del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Caballero reinterpretó el poema de Lorca y volcó en las nuevas ilustraciones su personalidad y su conciencia social. El resultado fueron unas ilustraciones expresionistas con tendencia a la abstracción. Cuando había entregado las treinta ilustraciones, falleció quien le había encargado la edición y esta no llegó a realizarse y esa nueva obra de Caballero quedó inédita y en propiedad de la editorial Rizzoli.
Comentábamos mi tío Marcelino y yo cómo las referencias al mundo de los toros estaban presentes de la obra de Caballero. Lo habíamos visto en la exposición del Círculo de Bellas Artes: en la serie de “Huellas en la barrera” de finales de los cincuenta, en “Traje de torero” de 1979, en “Toro encajonado” de comienzos de los ochenta o en “La luz del toro” de 1988.
El propietario de Hispánica de Bibliofilia encargó a Caballero unas ilustraciones sobre el mundo taurino y aceptó, a cambio de que fueran ilustraciones de poemas de José Bergamín. El resultado fue la edición de “Al toro” con textos de Bergamín y 20 aguafuertes de José Caballero. La presentación del libro se hizo en la Galería Rayuela de Madrid e intervinieron en ella Caballero Bonald y Rafael Alberti.
- Aun recuerdo, me decía mi tío, que me dijiste que habías adquirido un ejemplar de esa obra pagando a plazos su importe.
- Pero la relación con lo taurino no concluyó ahí, porque en 1986 la misma Hispánica de Bibliofilia editó ocho nuevos grabados de Caballero ilustrando poemas de “La suerte o la muerte” de Gerardo Diego. Es una obra que no se por qué no suele citarse en los listados de obras de José Caballero. También tengo en casa un ejemplar de esa edición.
Seguimos charlando de muchas cosas y dejé que mi tío Marcelino divagase en la nostalgia de sus años de trabajo, cuando había tenido oportunidades de conocer a los personajes más famosos de la época y también a algunos que habían dejado testimonio de sus extravagancias.
- Y ahora nos vamos los dos a cenar. No te admito disculpas.
- Tú sabes que nunca renuncio a que me lleves a alguno de tus restaurantes preferidos.
Cuando iba a comer o a cenar con mi tío me gustaba ir sobre seguro. Con el no me gustaba improvisar o ensayar. En “La taberna del alabardero” seguimos hablando de toros, de pintura y de la vida, mientras dábamos cuenta de un plato de jamón ibérico, de un arroz cremoso con langostinos, de una lubina mi tío y yo de un bacalao a la brasa, acompañado todo ello de un vino Beronia que nos recomendó el propio Luis Lezama, persona por la que mi tío Marcelino sentía un aprecio muy especial y a quien saludó con verdadero afecto aquella noche.




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