Comento el interesante libro: “Un asunto sensible” de Miguel Barroso, autor de “Amanecer con hormigas en la boca”, escrita como una novela negra con el fondo de la Revolución cubana.
Al derrocamiento de la dictadura de Batista contribuyeron: el Movimiento 26 de Julio, donde estaba Fidel Castro; el Directorio Revolucionario; sectores del Partido Auténtico y el Partido Socialista Popular (Partido Comunista), que fue el último en unirse al proceso revolucionario. Esos grupos se unificaron en lo que se llamó Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y posteriormente en el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), que se convirtió en el Partido Comunista Cubano (PCC) en 1965.
Al comienzo del proceso revolucionario, podíamos hablar de cierta confusión ideológica excepto en los comunistas más históricos que eran quienes mantenían las relaciones con la Unión Soviética. Castro aceptaba los postulados ideológicos del comunismo y obtenía el apoyo de la Unión Soviética, pero marginando en lo posible a los viejos comunistas.
La edición de Mondadori de “Un asunto sensible” tiene en la portada la fotografía de un charco de sangre que cae de una escalera en una casa de La Habana. El hijo de los porteros mira la mancha. El libro nos acerca al juicio sobre el crimen de la calle Humbolt 7, que dejó al descubierto tensiones en el seno del poder revolucionario de Cuba que había llegado a La Habana el 1 de enero de 1959.
Cuatro jóvenes del Directorio Revolucionario, supervivientes del asalto al Palacio Presidencial del Dictador Fulgencio Batista el 13 de marzo de 1957, fueron cercados y acribillados unas semanas después por los policías de Esteban Ventura, responsable de la policía de La Habana y conocido torturador, cuando estaban escondidos en el apartamento 201 del número 7 de la calle Humboldt.
Siete años más tarde, en 1964, cuando Castro llevaba cinco años en el poder, se abrió un juicio en el que Marcos Armando Rodríguez, conocido como “Marquitos”, fue el único que se sentó en el banquillo acusado de la delación que hizo posible la muerte de aquellos cuatro jóvenes. Fue sentenciado a muerte al término de un proceso amañado, retransmitido en directo y seguido por la mayoría de la población cubana. Fidel Castro intervino en aquel juicio asumiendo los papeles de fiscal y juez de los enemigos de la Revolución. “Marquitos” fue fusilado.
Los vínculos de “Marquitos” con el Partido Comunista eran conocidos y líderes supervivientes del Directorio, como Faure Chomon, apuntaron como culpable al “sectarismo”, alusión al Partido que habría protegido al culpable hasta que en 1961 fue detenido en Praga. Fidel no podía admitir esa acusación y lanzó una soflama contra las divisiones en el movimiento revolucionario: “¡Que esta Revolución no devore a sus propios hijos! ¡Que la ley de Saturno no imponga sus fueros! ¡Que las facciones no asomen por ninguna parte”.
Fidel quería acabar con el Directorio y el Movimiento 26 de Julio, pero no aceptaba la constitución de un poder comunista autónomo y que el antiguo PSP montara en la isla una sucursal de Moscú. La historia es conocida a partir del asunto Aníbal Escalante, y el juicio a Marcos Rodríguez eliminó otro obstáculo y mostró quien mandaba allí.
El juicio dejó al descubierto las tensiones internas en el seno del poder revolucionario, debilitó a la vieja guardia comunista y Joaquín Ordoqui, dirigente histórico del PSP y viceministro de las Fuerzas Armadas sufrió arresto domiciliario hasta su muerte en 1973 acusado de colaborador de la CIA, y salpicó a la ministra de Cultura Edith García Buchaca, esposa de Ordoqui, responsable de la caza de brujas empezada con Cabrera Infante. Ordoqui fue acusado por una traición que no cometió, y que todo el mundo sabía que no había cometido.
El autor se pregunta: ¿cómo fue posible fusilar a un comunista infiltrado dentro del Directorio, en la Cuba de 1964 que había sido detenido en 1961?; ¿por qué informó a la policía? En el proceso a “Marquitos” se enjuiciaba el comportamiento de un comunista que había colaborado con la policía de Batista, lo que ocasionó la muerte de cuatro combatientes. La prensa y la realidad vincularon a un militante comunista con un caso de traición.
“Es un asunto sensible. Aquí, todavía, ese caso que a usted le interesa es un asunto sensible”, le comenta a Barroso en La Habana Philip Agee, amigo de Cuba y ex-agente de la CIA.
Miguel Barroso extrae sus conclusiones de la documentación disponible, de los archivos de la CIA y de la seguridad checa y de los testimonios de supervivientes. En la investigación se suceden las entrevistas con la viuda de Ordoqui y con su hijo; con Phillip Agee en Cuba, que le insinúa dónde encontrar pruebas; en Miami con Jorge Valls, amigo de Marcos Rodríguez. El atrevimiento de Valls de defender la inocencia de “Marquitos” le costó 20 años de cárcel. En Guatemala se encontró con Carlos Manuel Pellecer, un comunista pasado al anticomunismo más extremo por el que entiende el origen de la acusación lanzada contra Ordoqui. Se entrevista con disidentes como Carlos Franqui y Martha Frayde, con familiares de verdugos y con conocidos de Marcos y familiares de los asesinados.
El crimen de Humbolt 7 marcó las vidas de los familiares de las víctimas, la del delator, que fue ejecutado, las de los amigos del delator, las de los que colaboraron de una u otra forma con él. Todos quedaron marcados por ese crimen, excepto los responsables. Esteban Ventura, sicario de Batista, murió a los 80 años en Miami y nunca le pidieron cuentas.
Al derrocamiento de la dictadura de Batista contribuyeron: el Movimiento 26 de Julio, donde estaba Fidel Castro; el Directorio Revolucionario; sectores del Partido Auténtico y el Partido Socialista Popular (Partido Comunista), que fue el último en unirse al proceso revolucionario. Esos grupos se unificaron en lo que se llamó Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y posteriormente en el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), que se convirtió en el Partido Comunista Cubano (PCC) en 1965.
Al comienzo del proceso revolucionario, podíamos hablar de cierta confusión ideológica excepto en los comunistas más históricos que eran quienes mantenían las relaciones con la Unión Soviética. Castro aceptaba los postulados ideológicos del comunismo y obtenía el apoyo de la Unión Soviética, pero marginando en lo posible a los viejos comunistas.
La edición de Mondadori de “Un asunto sensible” tiene en la portada la fotografía de un charco de sangre que cae de una escalera en una casa de La Habana. El hijo de los porteros mira la mancha. El libro nos acerca al juicio sobre el crimen de la calle Humbolt 7, que dejó al descubierto tensiones en el seno del poder revolucionario de Cuba que había llegado a La Habana el 1 de enero de 1959.
Cuatro jóvenes del Directorio Revolucionario, supervivientes del asalto al Palacio Presidencial del Dictador Fulgencio Batista el 13 de marzo de 1957, fueron cercados y acribillados unas semanas después por los policías de Esteban Ventura, responsable de la policía de La Habana y conocido torturador, cuando estaban escondidos en el apartamento 201 del número 7 de la calle Humboldt.
Siete años más tarde, en 1964, cuando Castro llevaba cinco años en el poder, se abrió un juicio en el que Marcos Armando Rodríguez, conocido como “Marquitos”, fue el único que se sentó en el banquillo acusado de la delación que hizo posible la muerte de aquellos cuatro jóvenes. Fue sentenciado a muerte al término de un proceso amañado, retransmitido en directo y seguido por la mayoría de la población cubana. Fidel Castro intervino en aquel juicio asumiendo los papeles de fiscal y juez de los enemigos de la Revolución. “Marquitos” fue fusilado.
Los vínculos de “Marquitos” con el Partido Comunista eran conocidos y líderes supervivientes del Directorio, como Faure Chomon, apuntaron como culpable al “sectarismo”, alusión al Partido que habría protegido al culpable hasta que en 1961 fue detenido en Praga. Fidel no podía admitir esa acusación y lanzó una soflama contra las divisiones en el movimiento revolucionario: “¡Que esta Revolución no devore a sus propios hijos! ¡Que la ley de Saturno no imponga sus fueros! ¡Que las facciones no asomen por ninguna parte”.
Fidel quería acabar con el Directorio y el Movimiento 26 de Julio, pero no aceptaba la constitución de un poder comunista autónomo y que el antiguo PSP montara en la isla una sucursal de Moscú. La historia es conocida a partir del asunto Aníbal Escalante, y el juicio a Marcos Rodríguez eliminó otro obstáculo y mostró quien mandaba allí.
El juicio dejó al descubierto las tensiones internas en el seno del poder revolucionario, debilitó a la vieja guardia comunista y Joaquín Ordoqui, dirigente histórico del PSP y viceministro de las Fuerzas Armadas sufrió arresto domiciliario hasta su muerte en 1973 acusado de colaborador de la CIA, y salpicó a la ministra de Cultura Edith García Buchaca, esposa de Ordoqui, responsable de la caza de brujas empezada con Cabrera Infante. Ordoqui fue acusado por una traición que no cometió, y que todo el mundo sabía que no había cometido.
El autor se pregunta: ¿cómo fue posible fusilar a un comunista infiltrado dentro del Directorio, en la Cuba de 1964 que había sido detenido en 1961?; ¿por qué informó a la policía? En el proceso a “Marquitos” se enjuiciaba el comportamiento de un comunista que había colaborado con la policía de Batista, lo que ocasionó la muerte de cuatro combatientes. La prensa y la realidad vincularon a un militante comunista con un caso de traición.
“Es un asunto sensible. Aquí, todavía, ese caso que a usted le interesa es un asunto sensible”, le comenta a Barroso en La Habana Philip Agee, amigo de Cuba y ex-agente de la CIA.
Miguel Barroso extrae sus conclusiones de la documentación disponible, de los archivos de la CIA y de la seguridad checa y de los testimonios de supervivientes. En la investigación se suceden las entrevistas con la viuda de Ordoqui y con su hijo; con Phillip Agee en Cuba, que le insinúa dónde encontrar pruebas; en Miami con Jorge Valls, amigo de Marcos Rodríguez. El atrevimiento de Valls de defender la inocencia de “Marquitos” le costó 20 años de cárcel. En Guatemala se encontró con Carlos Manuel Pellecer, un comunista pasado al anticomunismo más extremo por el que entiende el origen de la acusación lanzada contra Ordoqui. Se entrevista con disidentes como Carlos Franqui y Martha Frayde, con familiares de verdugos y con conocidos de Marcos y familiares de los asesinados.
El crimen de Humbolt 7 marcó las vidas de los familiares de las víctimas, la del delator, que fue ejecutado, las de los amigos del delator, las de los que colaboraron de una u otra forma con él. Todos quedaron marcados por ese crimen, excepto los responsables. Esteban Ventura, sicario de Batista, murió a los 80 años en Miami y nunca le pidieron cuentas.
Publiqué este comentario en El Diario Montañés el 7 de enero de 2010
4 comentarios:
Buen libro para comentzar las vacaciones.
Un abrazo compa.
Siempre me ha alucinado la infinita capacidad de división que tiene los comunistas. Facciones, sub-comités, partido comunista auténtico, eta-militar, eta-político-militar, el POUM, PC, PCE, troskistas, leninistas, y tantos y tantos y tantos otros.
Y su infinita capacidad de enfrentamiento violento que los ha llevado a provocar no pocos conflictos y a ser la ideología que más muertes ha causado en el siglos XX. Más que el nazismo.
El debate sobre el comunismo es un debate finiquitado en los países civilizados. Tan sólo enaquellos de raíz muy jacobina como Francia, o los de corta trayectória democrática como España el discurso comunista tiene todavía simpatizantes, a veces influyentes pues están en sectores como el periodismo, la televisión, el arte y los sindicatos. Su semántica me asquea de un modo muy particular.
No lo puedo esconder, soy anti-comunista visceral.
Marina: es un buen libro y mejor aun si te interesa la última historia de Cuba.
Entiendo, Sotogrande, tu anticomunismo. El libro de Barroso, cuenta una historia conocida en Cuba aunque todavía siga siendo un "asunto sensible" y ayuda a entender el papel de los comunistas en la primera época de la revolución castrista.
Publicar un comentario