lunes, 29 de diciembre de 2025


 "PERSONAS DECENTES” novela de LEONARDO PADURA

Quizá sea (para mi) la mejor de las novelas protagonizadas por Mario Conde, el policía ha acompañado al autor a lo largo de varios libros, un hombre cada vez más sabio y reflexivo, pero, sobre todo, un hombre bueno; un policía que hubiera querido ser escritor.

En “Personas decentes”, Mario Conde, ya con 62 años y su negocio de compraventa de libros en horas bajas, se encuentra en una situación apurada, lo que le obliga a coger el trabajo que le ofreció Yoyi, un antiguo socio, para controlar los tráficos no deseados en el bar-restaurante «La dulce vida», lugar de encuentro de turistas y nacionales ricos.

El argumento gira en torno al asesinato de un importante exdirigente cubano en el momento de máxima efervescencia en Cuba con la visita de Barack Obama en 2016, la primera visita oficial de un presidente estadounidense desde 1928, un hecho que irá acompañado de otros eventos como un concierto de los Rolling Stones y un desfile de Chanel.

Cuando Reynaldo Quevedo, un antiguo jerarca cubano, un importante exdirigente del Gobierno, aparece asesinado en su apartamento, la policía, desbordada por la visita presidencial, recurre a Mario Conde para que eche una mano en la investigación. El muerto tenía muchos enemigos, pues había ejercido de agresivo censor para que los artistas no se desviaran de las consignas de la Revolución. Había sido un déspota que había acabado con la carrera de artistas que no habían querido plegarse a sus extorsiones.

“Había sido en los oscuros años de la década de 1970 la encarnación del Maligno para los medios artísticos del país. Pertenecía al sector de los intransigentes políticos y a la horda de los enfermos de ese odio voraz que engendran la envidia y los fundamentalismos y cuyos efectos se multiplican desde el pedestal del poder. Estalinista confeso, de personalidad oscura y agazapada, había sido escogido por su vocación de inquisidor y tal vez por su maldad genéticamente codificada como la cabeza rectora del proceso de persecución, hostigamiento y marginación que sufrieron demasiados escritores y artistas cubanos durante los años en que ejerció su compacto reinado.”

El retrato de la ferocidad de estos inquisidores—en los que también se dio el abuso y la rapiña económica—y el sistemático castigo que se infligió a cualquier artista que se considerara disidente, tuvo terribles consecuencias de indignidad, para los que se convirtieron en chivatos de esta policía cultural, o bien llevó al suicidio y la muerte a otros que no se plegaron al control político de su obra.

Unos días después se encuentra un segundo cadáver asesinado con el mismo método; Conde deberá descubrir si esas muertes están relacionadas.

El desgarro que sufre Conde ante el abandono de seres queridos que se marchan a otros países, es un tema que recorre la novela, y ya nos fue desarrollando en otra novela del autor, “Como polvo en el viento”.

A esa trama, se suma una historia que escribe el protagonista, situada un siglo antes, cuando se decía que La Habana era la Niza del Caribe y se vivía pensando en el cambio inminente que produciría el cometa Halley. Un caso de asesinato de dos mujeres en La Habana Vieja de1910 destapa la lucha abierta entre un hombre poderoso, Alberto Yarini y Ponce de León, un hombre singular: político proxeneta y un dandy de la mejor sociedad cubana de la época, refinado y de buena familia, capo de los negocios de juego y de prostitución y político populista, y su rival Lotot, francés, que le disputa la preeminencia en esos negocios. El desarrollo de esos hechos históricos tendrá conexión con la historia del presente de un modo que ni Mario Conde sospecha. Son dos historias, que al parecer no tienen nada en común, pero que converjan en un relato lleno de intriga y misterio y de literatura. Es el inspector Arturo Saborit quien investigará estos hechos.

Padura nos ofrece un retrato de La Habana de principios del siglo XX, un país recién independizado de España en 1898, que intenta buscar un camino propio, fuera del asfixiante tutelaje que los EE. UU. imponen a la joven república, incluyendo su presencia militar.

Padura logra lo que se propuso, escribir una verdadera novela policial, pues nos ofrece una poderosa narración criminal, en la que se investigarán crímenes del presente y alguno del pasado, pero también se describirá lo que podríamos llamar asesinatos del espíritu, cuya relación sobrecoge tanto o más, que el de los muertos físicos.

Ante la degradación de la realidad cotidiana, ¿es posible sobrevivir con decencia? Padura se ha valido de la novela policial y de su detective Mario Conde para retratar una realidad cubana sin suerte.

Una muy buena novela y de lectura muy recomendable.

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