"PERSONAS DECENTES” novela de LEONARDO PADURA
Quizá sea (para
mi) la mejor de las novelas protagonizadas por Mario Conde, el
policía ha acompañado al autor a lo largo de varios libros, un hombre cada vez
más sabio y reflexivo, pero, sobre todo, un hombre bueno; un policía que
hubiera querido ser escritor.
En “Personas decentes”, Mario Conde, ya con 62 años y su
negocio de compraventa de libros en horas bajas, se encuentra en una situación
apurada, lo que le obliga a coger el trabajo que le ofreció Yoyi, un antiguo
socio, para controlar los tráficos no deseados en el bar-restaurante «La dulce
vida», lugar de encuentro de turistas y nacionales ricos.
El argumento gira
en torno al asesinato de un importante exdirigente cubano en el momento de
máxima efervescencia en Cuba con la visita de Barack Obama en 2016, la primera
visita oficial de un presidente estadounidense desde 1928, un hecho que irá
acompañado de otros eventos como un concierto de los Rolling Stones y un
desfile de Chanel.
Cuando Reynaldo
Quevedo, un antiguo jerarca cubano, un importante
exdirigente del Gobierno, aparece asesinado en su apartamento, la policía,
desbordada por la visita presidencial, recurre a Mario Conde para que eche una
mano en la investigación. El muerto tenía muchos enemigos, pues había ejercido
de agresivo censor para que los artistas no se desviaran de las consignas de la
Revolución. Había sido un déspota que había acabado con la carrera de artistas
que no habían querido plegarse a sus extorsiones.
“Había sido en los oscuros años de la
década de 1970 la encarnación del Maligno para los medios artísticos del país.
Pertenecía al sector de los intransigentes políticos y a la horda de los
enfermos de ese odio voraz que engendran la envidia y los fundamentalismos y
cuyos efectos se multiplican desde el pedestal del poder. Estalinista confeso,
de personalidad oscura y agazapada, había sido escogido por su vocación de
inquisidor y tal vez por su maldad genéticamente codificada como la cabeza
rectora del proceso de persecución, hostigamiento y marginación que sufrieron
demasiados escritores y artistas cubanos durante los años en que ejerció su
compacto reinado.”
El retrato de la
ferocidad de estos inquisidores—en los que también se dio el abuso y la rapiña
económica—y el sistemático castigo que se infligió a cualquier artista que se
considerara disidente, tuvo terribles consecuencias de indignidad, para los que
se convirtieron en chivatos de esta policía cultural, o bien llevó al suicidio
y la muerte a otros que no se plegaron al control político de su obra.
Unos días después
se encuentra un segundo cadáver asesinado con el mismo método; Conde deberá
descubrir si esas muertes están relacionadas.
El desgarro que sufre
Conde ante el abandono de seres queridos que se marchan a otros países, es un
tema que recorre la novela, y ya nos fue desarrollando en otra novela del
autor, “Como polvo en el viento”.
A esa trama, se
suma una historia que escribe el protagonista, situada un siglo antes, cuando
se decía que La Habana era la Niza del Caribe y se vivía pensando en el cambio
inminente que produciría el cometa Halley. Un caso de asesinato de dos mujeres
en La Habana Vieja de1910 destapa la lucha abierta entre un hombre poderoso,
Alberto Yarini y Ponce de León, un hombre singular: político
proxeneta y un dandy de la mejor sociedad
cubana de la época, refinado y de buena familia, capo de los negocios de
juego y de prostitución y político populista, y su rival Lotot, francés, que le
disputa la preeminencia en esos negocios. El desarrollo de esos hechos
históricos tendrá conexión con la historia del presente de un modo que ni Mario
Conde sospecha. Son dos historias, que al parecer no tienen nada en
común, pero que converjan en un relato lleno de intriga y misterio y de
literatura. Es el inspector Arturo Saborit quien investigará estos hechos.
Padura nos ofrece un
retrato de La Habana de principios del siglo XX, un país recién independizado
de España en 1898, que intenta buscar un camino propio, fuera del asfixiante
tutelaje que los EE. UU. imponen a la joven república, incluyendo su presencia
militar.
Padura logra lo que
se propuso, escribir una verdadera novela policial, pues nos ofrece una
poderosa narración criminal, en la que se investigarán crímenes del presente y
alguno del pasado, pero también se describirá lo que podríamos llamar
asesinatos del espíritu, cuya relación sobrecoge tanto o más, que el de los
muertos físicos.
Ante la degradación
de la realidad cotidiana, ¿es posible sobrevivir con decencia? Padura se ha
valido de la novela policial y de su detective Mario Conde para retratar
una realidad cubana sin suerte.
Una muy buena novela
y de lectura muy recomendable.

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