Notas después de leer la novela “LA CASA Y LA ISLA” de RONALDO MENÉNDEZ
Anabela y Rebeca
comparten un pasado adolescente de amores y traiciones. Años después sus vidas
vuelven a cruzarse en torno a un joven médico revolucionario cubano, que un día
decidió no volver a ejercer ni salir jamás de su casa. Una historia donde el
autor interviene como un personaje más, tejiendo las biografías de otros
personajes y la suya propia.
Dos mujeres, Anabela, “educada para ser
una máquina de disciplina y virtudes revolucionarias”, y Rebeca, a quien
conocerá en la Escuela Vocacional Vladímir Ilich Lenin, donde estudian los
pioneros de la revolución, son los ejes sobre los que pivota la novela, con el
agregado del angustiado Julio César Montalbán, cuya confusa lealtad al régimen
le llevará a la guerra de Angola y a la cárcel.
Ellas pasaron por el fin de la relación de
Cuba con la URSS y el período especial en un colegio para las élites de la
isla. El médico formó parte de un grupo de jóvenes moderadamente díscolos que
querían cambiar el sistema sin salirse de él y tuvo que ir a Angola para
ganarse una matrícula en la Facultad de Medicina.
Se ha escrito que
es la novela de la post Revolución cubana que hasta ahora no se había escrito.
Yo diría que es una nueva novela sobre esa Cuba posrevolucionaria que tiende a
caerse a pedazos.
Es una novela sobre los cubanos nacidos e instruidos en plena revolución, con
lo que supone una ideología que lo inunda todo, que es la única disponible, y
que se ha ido malogrando a una generación condenada a ser sujetos individualistas
desesperanzados. En la novela hay humor, drama, pasiones, bohemia,
decadencia, ambientes canallas y una buena aproximación a la compleja realidad
de la isla y todo ello escrito con un lenguaje sólido y lleno de sutilezas. Es
La Habana de escritores y artistas “vigilados”, de exiliados latinoamericanos y
de una burguesía instalada en el sistema que no se priva de nada. En la novela
se habla de la lucha por la libertad, la esperanza, el exilio, de la realidad
política y de las ilusiones perdidas de un proyecto político heredado por esa
generación de jóvenes cubanos que no formaron parte de la Revolución, pero que
hoy protagonizan el presente de la isla.
Es una historia contada por un narrador que ya no pertenece
a la vieja guardia, lo que le permite mirar con ojos críticos el sistema
social, político y económico de la isla. La crítica no
solo surge desde la ironía, sino que está presente en los personajes, como los
policías del servicio de información en permanente búsqueda de informantes, la
frívola burguesía socialista o el absurdo sacrificio de aquellos que se
encomiendan a la revolución. Es, también, una honesta aproximación a la
contradicción de haber creído en ese régimen, por nacimiento o adhesión
ideológica, y haber padecido la consecuente frustración.
La novela finaliza con un punto
surrealista, con Vargas Llosa irrumpiendo en la ficción de manera sorprendente.
Si alguien me pide opinión: recomendable
para quienes estén interesados en estos temas.
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