martes, 10 de marzo de 2020



Hace algún tiempo leí “El Pacto de Santoña (1937), la rendición del nacionalismo vasco al fascismo” de Xuan Cándamo y hace menos tiempo he leído “El otro Pacto de Santoña” de Iñaki Anasagasti y Koldo San Sebastián, que trata de puntualizar o contestar al anterior.
Se conoce cmo el Pacto de Santoña a la rendición en agosto de 1937 de los “gudaris”, el Eusko Gudarostea o Ejército Nacionalista Vasco” al Ejército italiano. En el Eusko Gudarostea había también batallones del PSOE, de la UGT, de la CNT, de la ANV… El Pacto se hizo a espaldas del Gobierno de la II República.
El PNV ha debido aceptar el hecho histórico, aunque con matizaciones o justificaciones: se trataba de evitar más muertes ante una situación de guerra perdida y el Gobierno republicano no había cumplido con los nacionalistas vascos; no había respondido a las peticiones de ayuda del Presidente Aguirre ante los avances de las tropas sublevadas.
El propio Presidente Aguirre hizo frente al tema en su “Informe del Presidente Aguirre al Gobierno de la República”, un informe de 443 páginas.
El Gobierno vasco abandonó Bilbao el 17 de junio de 1937 y se estableció en Villaverde de Trucíos. Bilbao quedó en manos de una Junta de Defensa presidida por el General Gámir.
Las negociaciones entre los nacionalistas vascos y los militares italianos comenzaron el 11 de mayo de 1937 y concluyeron con la firma del Pacto en el Hotel Miramar de Biarritz el 18 de agosto de 1937. Por los vascos negociaba Alberto Onanindia, un cura nacionalista, con el apoyo de Juan Ajuriaguerra, Presidente del E.B.B. y por los italianos Francesco Cavalletti, cónsul italiano en San Sebastián. De las negociaciones estuvieron informados Franco y el Vaticano.
Se pactaba que los nacionalistas podían salir por mar desde Santoña y quienes no lo hicieran quedarían bajo custodia de los italianos. El Lendakari no parece que estuviera de acuerdo con aquel Pacto. El Ejército republicano del Norte sintió el abandono del Ejército vasco.
Los batallones vascos se rindieron prácticamente con la entrega de Bilbao el 19 de junio de 1937, dejando intacta la industria y 2 millones de balas en los polvorines.
El 14 de agosto, italianos y españoles sublevados comenzaron su ofensiva para tomar Santander por Reinosa y El Escudo. Después de la caía de Bilbao, el PNV quería sacar a Euskadi de la guerra. Se trataba de evitar el ataque a los batallones vascos que se fueron concentrando en Laredo y Santoña para facilitar su rendición a los italianos.
El 23 de agosto de 1937 se llegó a declarar la “República Vasca de Santoña” con otras localidades como Laredo donde estaba el E.B.B. Se formó una Junta de Defensa con cinco miembros del PNV y uno de ANV.
El 24 de agosto se firmaba la rendición de los batallones del Euzko Gudarostea, más tres batallones anarquistas y uno de las Juventudes Socialistas Unificadas. Se calcula que serían 30.000 los rendidos, aunque Anasagasti y San Sebastián rebajan la cifra a 11.000. 14 dirigentes políticos y sindicales fueron fusilados. Juan Ajuriaguerra que llegó a Santoña desde el sur de Francia, estuvo 800 días pendiente de su condena a muerte.  
En noviembre de 1937 se calcula que 11.000 gudaris habían sido puestos en libertad, 5.400 estaban integrados en batallones de trabajo y 5.600 estaban en prisión, en El Dueso.
El Pacto de Santoña pasó a ser un tema que a nadie le interesaba remover. José Antonio Aguirre trabajó para que el tema pasara al olvido. Los italianos se sintieron humillados porque los franquistas no respetaron los contenidos del Pacto; los franquistas no querían descubrir la existencia de la ayuda extranjera y los republicanos descubrirían la división entre sus filas y les interesaba mantener su alianza con el PNV.
El padre Onaindía, el cura nacionalista, culto, buen escritor y defensor de la democracia cristiana, que había sido negociador del PNV con los italianos, guardó silencio por fidelidad a Aguirre y al PNV y solo hasta 1983 publicó toda la documentación que había guardado y conservado, en un libro silenciado por el nacionalismo vasco.

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