martes, 19 de noviembre de 2019


Notas después de leer la novela “La línea del frente” de Aixa de la Cruz.
Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) tengo la impresión de que también ha sentido la necesidad de sumarse a lo que se llama literatura sobre el conflicto vasco con su novela “La línea del frente”. La autora intenta ser original en su forma de narrar los hechos, y creo que lo consigue. Una aportación más desde las letras vascas a mirar de frente a lo sucedido en los años más duros de ETA.
Sofía lleva una vida acomodada junto a su novio Carlos. Un día, ve en el telediario a quien fuera su amor de juventud: “A Jokin lo escoltaban dos ertzainas y aunque caminaba encorvado lo reconocí al instante”. La noticia eran unos disturbios: un rapero había sido acusado de apología del terrorismo, se había atrincherado en una casa okupa, hubo cargas, murió un joven. “Aquella noche acusaron a Jokin de haber dejado tuerto a un policía, de un crimen de odio, de terrorismo”.
La protagonista, Sofía Icaza, una joven vasca de buena familia se instala en un apartamento en Laredo propiedad de sus padres. El objetivo de este aislamiento es completar la tesis que viene redactando en sus últimos años: un estudio sobre el final de Mikel Areilza, escritor y ex militante de ETA exiliado en Argentina donde se suicidó. Pero en el encierro en su apartamento recupera el contacto con su antiguo ex novio, Jokin, detenido y condenado por actos de la kale borroka al enfrentarse a la policía en defensa de una casa okupada.  Sofía trata de dar sentido a lo que sucedió en los años que vivieron separados. Sofía se ha vuelto a enamorar por correspondencia.
Desde la terraza de su apartamento, se divisa el monte Buciero de Santoña, donde está ubicada la prisión de El Dueso, en la que cumple condena Jokin.
La novela intercala entradas del diario de Arturo Cozarowski un dramaturgo argentino que mantuvo contacto con el etarra Areilza y que quizá pueda dar razones a Sofía sobre lo que hizo y por la razones de su suicidio. Esa parte de la novela es la que menos me ha gustado.
Sofía irá descubriendo que aquello en lo que cree no es más que la proyección de un discurso ficcional.
Estamos ante un ejercicio arriesgado de indagar sobre el papel de las ficciones en la construcción de nuestra identidad, con el conflicto vasco al fondo.
No es una gran novela de reflexión sobre el País Vasco, pero si es una importante aportación generacional con aire fresco y calidad literaria a lo vivido en el País Vasco en tiempos del terrorismo de ETA.
La novela me ha gustado y creo que está bien escrita.

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