miércoles, 25 de septiembre de 2019


He leído algunos libros sobre la memoria familiar como “El olvido que seremos” de Héctor Abad Faciolince, “Adios a los padres” de Hector Aguilar Camín, “La invención de la soledad” de Paul Auster o “La isla del padre” de Fernando Marías. Son textos utilizados para explicar determinadas historias o circunstancias de un país o para desarrollar un relato que vaya más allá del relato oficial.
Esto último ocurre con la novela “La distancia que nos separa” del peruano Renato Cisneros, donde aborda la figura de su padre, el militar Luis Federico Cisneros Vizquerra, apodado “El Gaucho” (1926-1995), general de División del Ejército peruano, polémico ministro del Interior (1976-1978) y de Guerra (1981-1983) del Perú con los Gobiernos de Morales Bermúdez y Belaúnde Terry. Nacido en Buenos Aires en el seno de una familia peruana, se formó como militar en el Colegio Militar de la Nación, donde fue compañero de algunos que protagonizaron el golpe de Estado de 1973 y lideraron la dictadura militar argentina, incluido Jorge Rafael Videla.
Como militar y ministro no dudó en implantar toques de queda, encarcelar a disidentes y reprimir a medios de comunicación. Lideró algunas ofensivas del Ejército contra Sendero Luminoso y se enfrentó a Fujimori. Para la derecha peruana era un héroe y para la izquierda un monstruo.
La novela es un relato familiar que se acerca a la zona privada de un personaje famoso. El autor vivió 18 años con su padre, hasta 1995, cuando murió de cáncer. En esos años vio que era una persona "llena de contradicciones y de matices".
El autor descubrió que su padre nunca se casó con su madre, algo que formaba parte de una especie de tradición familiar que empezó con su tatarabuelo, un sacerdote que tuvo siete hijos de la misma mujer.
Para conocer la historia de su padre, se entrevista en Paris con su hermana mayor Melania. Es la hija de la primera mujer de su padre. Ella le recuerda que “El Gaucho” nunca se divorció de su madre, que su segundo compromiso –la madre de Renato– fue "la amante". Es uno de los mejores relatos de la novela, incluyendo la historia de la propia Melania, como lo es cuando el padre se reencuentra con un amor de juventud en Buenos Aires.
“Quién era él antes de mí. Quién soy yo después de él”, es el reto que el escritor asumió al escribir la historia de su padre y, en parte, la historia de su familia.
El relato se mueve entre dos orillas. Por una parte, la condena a sus muchos deslices personales y profesionales y, por otra, la necesidad de comprender a un personaje tan complejo y difícil.
En el texto hay momentos de mucha fuerza como aquel en el que el padre se fotografía con Augusto Pinochet, cuando cena con Videla, cuando esconde a un militar que escapaba de la justicia argentina, cuando sabe de su vinculación con un atentado contra Alan García o la imagen de su última derrota política cundo estaba siendo derrotado por la vida.
Dice el autor: “No lo justifico ni jamás justificaré ninguna de las matanzas perpetradas por el Ejército, como tampoco puedo justificar disposiciones que tomó mi padre para movilizar las Fuerzas Armadas en Ayacucho, que fue la provincia donde ocurrió el 80% de la actividad terrorista de Sendero Luminoso. Yo no quería que el libro fuese un territorio en el que mis opiniones o mi ideología estuviesen confrontándose con las de mi padre. Me parecía que no era un lugar donde la propaganda ni el debate de ideas tenían que darse, ni juzgarlo a él, sino simplemente describirlas, contarlas y sí, narrar cómo eso iba afectando mi vida familiar o iba cambiando mi mirada del mundo”.

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