lunes, 6 de mayo de 2019


Hace algún tiempo, tuve la oportunidad de presentar en la Librería Gil de Santander “MEJOR LA AUSENCIA” la novela de EDURNE PORTELA.
Conocí a Edurne Portela cuando leí “El eco de los disparos”, un texto que ofrece elementos de análisis y reflexión sobre cómo determinadas expresiones culturales desde la literatura, la fotografía o el cine han abordado el terrorismo de ETA, haciéndolo con un objetivo: ver si la literatura y el cine pueden contribuir a formar una sociedad más cívica, más responsable y más ética.
Edurne Portela, según ella misma nos cuenta, vivió su adolescencia en la cotidianidad de la violencia, asistiendo a conciertos de rock radical en los que se coreaba “gora ETA militarra”, cruzando la frontera francesa para visitar a un familiar amigo de “los barbudos” o viviendo en la ignorancia sobre el sufrimiento de la señora que les vendía anchoas, de la que con el tiempo supo que era viuda de un asesinado.
Cuando volvió la vista hacia aquella realidad, nos dice: “Intenté abordarlo desde un punto de vista académico pero era imposible para mí hacerlo desde esa frialdad. Me di cuenta de que había sido testigo de experiencias que no había elaborado y que formaban parte de mis afectos, de mi ética y de mi forma de entender el mundo”.
Desde que el terrorismo de ETA dejó de matar en 2010, Edurne Portela como muchos entre los que me encuentro, nos preguntamos ¿qué relato va quedar de estos años que ensuciaron la convivencia hasta la sordidez? Con el valor de la palabra y de la razón, hay que derrotar al terrorismo en el relato literario, en el relato cultural, para no blanquear la historia de los asesinos, para no glorificar o santificar a los agresores. El relato que quede no podemos permitir que sea el que construyan los asesinos.
Ha habido demasiadas escuelas de adoctrinamiento, tabernas de odio, demasiadas iglesias y sacristías donde se ha predicado y practicado el odio, familias de odio y con odio, y no conviene pasar página tan rápido como algunos quisieran. Antes, hay que construir un espacio de memoria al que se pueda acudir para conocer y encontrar respuestas, y la ficción, dice Edurne, puede llegar allá donde la historia no puede.
Edurne Portela nos acerca en su novela “Mejor la ausencia” a la historia de una familia vasca en la margen izquierda del Nervión, contada desde la perspectiva casi siempre de Amaia, la hija, y desde su propio drama personal de madurez e inmadurez, de atracción y rechazo de la violencia, desde su estética y su normalidad. Es la historia personal de Amaia en su paso de la infancia a la adolescencia y a la madurez en el seno de una familia cargada de tensiones, de errores, y de silencios.
“Mejor la ausencia” es la crónica de una época y una reflexión sobre las consecuencias de la violencia cotidiana narrada desde los ojos de una niña que se convierte en mujer en un pueblo de la margen izquierda del Nervión durante los años 80 y 90, donde había heroína, paro, degradación medioambiental, pelotas de goma y consignas asesinas, y donde la violencia no era sólo un problema personal.
Es una novela oscura, dura, triste sobre ETA, la kale borroka, sobre los estragos de la heroína, la reconversión industrial, sobre la juventud desarraigada y el paro en los ochenta en el País Vasco.
Un relato sobre las historias convulsas de una familia rota, donde está presente de forma permanente el maltrato y la violencia doméstica, con un padre machista y autoritario, con una madre sometida a la dictadura de su marido y cuatro hijos que responden a su entorno de formas distintas.
Una novela en la que la autora ha optado por un estilo seco y directo, con uso de términos coloquiales, con pocas concesiones al preciosismo o al humor, pero es un estilo muy efectivo en la transmisión de la dureza de las historias que aparecen en la novela.
Una novela cargada de interés literario, histórico o político y por todo ello de lectura muy recomendable.

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