lunes, 18 de marzo de 2019


ROSA LUXEMBURGO
El 15 de enero de 1919 era asesinada en Berlín Rosa Luxemburgo, una fecha que se recuerda de forma muy especial en Alemania todos los años. Unos soldados de los freikorps, un grupo paramilitar vinculado al nazismo incipiente, se dice que por orden del sector más conservador de la socialdemocracia, la detuvo en el hotel Eden de Berlín junto con su compañero Karl Liebknecht, con el que había fundado el periódico “Bandera Roja”. Poco después de la detención fueron asesinados y sus cadáveres arrojados a uno de los canales del río Spree.
En el seno de una familia judía, liberal e ilustrada, había nacido en Polonia en 1871, cuando Polonia era parte del Imperio Ruso, y desde muy joven se integró en el movimiento socialista y está considerada como una de las fundadoras del socialismo democrático. A pesar de las limitaciones que el régimen zarista imponía a los judíos consiguió estudiar. El sentimiento antijudío era muy fuerte y prueba de ello son los pogromos aprobados en 1881. Su militancia la obligó a salir de Polonia y exiliarse con 18 años en Suiza, donde se unió a quienes desde allí dirigían el Partido Socialdemócrata Polaco. Suiza fue el primer país europeo donde sus universidades admitieron mujeres y allí estudió ciencias naturales, matemáticas y economía. Conoció a Leo Jogiches, un revolucionario socialista que ayudó a Rosa Luxemburgo en su formación ideológica e intelectual, aunque pronto comenzó a desarrollar su propio discurso, para convertirse en uno de los mejores talentos del pensamiento marxista, algo que plasmó en su obra “La acumulación de capital”, publicada en 1913. Aquella relación sentimental e ideológica con Leo Jogiches duró hasta 1907, aunque en 1898 ella se trasladó a Alemania y se unió al Partido Socialdemócrata alemán (SPD).
Conocida como la “Rosa Roja”, celebró que los socialdemócratas alemanes obtuvieran un buen resultado en las elecciones parlamentarias de 1914 (110 parlamentarios y más de 4 millones de votos), pero se decepcionó cuando el SPD, en agosto de ese año, votó a favor de aumentar el presupuesto militar, con el voto en contra del diputado Karl Liebknecht. En la tensión entre el nacionalismo y el internacionalismo está el origen de la crisis de la II Internacional, creada por los partidos socialistas y laboristas en 1889 que se escindió en 1916 dando pie a la creación en 1919 de la III Internacional de inspiración comunista.
Rosa Luxemburgo fue partidaria inicialmente de Karl Kautsky, influyente teórico del SPD y defensor de la ortodoxia marxista, aunque siguieron trayectorias ideológicas diferentes, sobre todo por la cuestión de cómo los trabajadores podían acceder al poder. No compartía las tesis de los revisionistas teóricos encabezados por Eduard Bernstein, miembro igualmente del SPD y crítico de la ortodoxia marxista. Esas diferencias las plasmó en su obra “¿Reforma o Revolución?”.
Fue encarcelada por encabezar las protestas contra la Primera Guerra Mundial y en la cárcel tuvo noticia de la Revolución rusa de 1917, aunque no compartió las acciones posteriores de los bolcheviques cuando, reprimiendo la libertad en Rusia, disolvieron la Asamblea Constituyente electa y suprimieron a los partidos políticos rivales. Rosa Luxemburgo no creía en una revolución que fuera hecha por una élite, aunque se definiera como vanguardia revolucionaría. Ella defendía que la revolución debía venir desde abajo, desde el pueblo. En 1931 Stalin declaró a Rosa Luxemburgo enemiga de la auténtica revolución, la del comunismo soviético.
Compartió amistad con la líder comunista Clara Zedkin y con ella y con Karl Liebknecht, fue una de las fundadoras de la Liga Espartaquista en 1918, una escisión de la socialdemocracia y núcleo inicial de lo que sería el partido comunista alemán (KPD) en 1919, afiliado a la III Internacional. Su objetivo era construir un partido obrero, revolucionario e internacionalista. Fue Clara Zedkin quien despidió en su entierro a Rosa Luxemburgo: “ella fue la llama viviente de la revolución”.
Entre el 5 de y el 12 de enero de 1919, Berlín fue escenario de una huelga general, aspirando los manifestantes a repetir la experiencia rusa. La huelga fue apoyada activamente por la Liga Espartaquista, aunque no fue organizada por la Liga. La propia Rosa Luxemburgo señaló que la situación de Alemania de 1919 no era igual a la de Rusia en 1917, pero se sintió obligada a participar. En su libro “Huelga de masas, partido y sindicatos” mantiene que las “huelgas de masas” son un elemento sustancial de la lucha revolucionaria de los trabajadores. El Canciller socialdemócrata Friedrich Ebert ordenó detener aquella rebelión. El objetivo de la socialdemocracia, que gobernaba Alemania desde unas semanas antes, era aplastar los brotes revolucionarios y normalizar la política por la vía parlamentaria. Los socialdemócratas querían una república con libertades y parlamento y los espartaquistas aspiraban a una revolución proletaria. Fue entonces cuando detuvieron a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht y ambos fueron torturados y humillados antes de morir. Se consumaba la ruptura entre comunistas y socialdemócratas.
La relación entre el SPD y Rosa Luxemburgo es complicada; no le resulta cómodo a la socialdemocracia alemana actual recordar a la figura de Rosa Luxemburgo. No solo porque ella encabezó la disidencia que daría lugar al nacimiento del Partido Comunista Alemán, sino porque el grupo de los soldados que detuvieron y mataron a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht estaban bajo la jurisdicción de un gobierno socialdemócrata cuyo ministro de Defensa era Gustav Noske.

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