jueves, 10 de enero de 2019


ELECCIONES EN ANDALUCÍA

El último resultado electoral en Andalucía ha producido algún disgusto, quizá más de una lágrima, bastante desconcierto y abundantes elementos para la reflexión y el debate.
Ese resultado ha institucionalizado a la extrema derecha con el aplauso de algunos medios digitales; ha premiado la brocha gorda, la agitación y el mensaje grueso; ha difundido el discurso xenófobo, antifeminista y antieuropeo, un discurso que verbaliza sin titubeos su animadversión a la realidad autonómica española. Se ha reflejado en votos la reacción del sector de una sociedad conservadora que ve cómo algunos de sus valores tradicionales pueden estar amenazados por la extensión de determinados derechos; sectores que confunden Patria con Semana Santa, que rechazan el mestizaje de un sociedad plural, que sienten que está amenazada la unidad de España porque a algunos no les gusta la caza y que desgranan una hostilidad agresiva a la igualdad de género.
En el resultado se ha producido una aparente contradicción: quien ha ganado en las urnas, el PSOE, ha perdido las elecciones al pasar de 47 escaños a 33 y quien ha perdido las elecciones, el PP, con 7 escaños menos que en 2015, se dice que ha ganado estas elecciones. El Podemos andaluz, por su parte, ha disminuido en 3 diputados y ha obtenido 300.000 votos menos que en 2015, cuando se presentaron separados Podemos e Izquierda Unida.
Lo que no consiguió Javier Arenas en 2012 con 50 escaños, cuando el Presidente Griñán sumo a sus 47 diputados los 12 de Izquierda Unida, parece que lo puede conseguir el popular Juan Manuel Moreno con 26 escaños. Es el éxito del aznarismo de Casado que, viendo su permanente sonrisa, daría la impresión que ha hecho “saltar la banca” por mayoría absoluta, cuando en realidad el PP de Casado, el que ha vuelto a “las esencias”, además de legitimar con su discurso a la extrema derecha, ha obtenido los peores resultados electorales de su historia en Andalucía.
El abandono por Ciudadanos del centro político, su renuncia a ser una opción de partido liberal reformista en su afán por producir el sorpasso sobre la derecha españolista que representa el PP, con su discurso radicalmente anticatalán y en su objetivo de arrinconar al PSOE, ha colaborado, quizá sin buscarlo, a que haya aparecido en el escenario un partido de extrema derecha.
En las ganas de desalojar al PSOE del Palacio de San Telmo (sede del Gobierno de Andalucía) coinciden Ciudadanos y PP. ¿Volverán a señalar al Gobierno del Presidente Sánchez de ilegítimo porque gobierna con una minoría parlamentaria? La disputa entre Ciudadanos y el PP por la hegemonía de la derecha, es una batalla que no ha concluido. Si es cierto que hay tantas coincidencias, algunos comentaristas señalan que podía concluir esa pugna con una fusión.
En el mal resultado del PSOE han pesado los “ERES” y un cierto cabreo generalizado (todavía se dejan notar en el empleo y los salarios, los efectos de la recesión de 2008). La responsable más directa es Susana Díaz, pero Pedro Sánchez también debiera asumir su parte de responsabilidad. Tendrá que reflexionar Sánchez sobre las causas de la tasa de abstención, la más alta desde 1990, y que ha tenido un resultado devastador para la izquierda; deberá pensar sobre el efecto electoral en Andalucía de su aproximación a los “podemitas” de Iglesias, o sobre cómo se han interpretado sus relaciones y escarceos con sectores del independentismo catalán. Creo que al votante socialista nunca le han gustado algunos compañeros de viaje, como tampoco le gusta que existan diferencias en el modelo de gobernabilidad; el modelo y discurso del PSOE tiene que ser igual en toda España. Creo que al votante socialista, no le gusta que Sánchez de la sensación de blanquear al secesionismo catalán, personalizado en personajes tan turbios como Torra o Puigdemont.
El mal resultado del socialismo andaluz también afecta a Pedro Sánchez quien, lógicamente, confiaba en un buen resultado en Andalucía para decidir el próximo calendario electoral.
La opción para que el PSOE gobierne no puede sustentarse únicamente en una alianza con Podemos (los que hablan del “régimen del 78” al referirse a la Constitución). En una política parlamentaria sin mayorías claras, no pueden ser únicamente válidas las políticas de bloques. ¿Por qué no aceptar la validez de acuerdos transversales?
No sé si andamos cerca de un escenario a la italiana. Lo cierto es que ha llegado el nacional-populismo que abrió las puertas al fascismo en la Europa de entreguerras y que acabó con la democracia liberal. Lo grave es que hay personal acomodado que se siente a gusto en ese fango.  
Frente a discursos xenófobos, anclados en políticas autoritarias cargadas de odio al diferente, sería bueno que los partidos políticos de tradición democrática, constitucional y europea, aceptando las dificultades de gestionar los intereses no siempre coincidentes de una sociedad plural y compleja, trabajaran para recuperar el valor moral de la democracia, el prestigio y dignidad de las instituciones y la regeneración de la vida pública; en definitiva, trabajar por relacionar ética y política, porque de lo que estamos hablando es de la paz social.


(Artículo publicado en El Diario Montañés el 19.12.18)

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