jueves, 20 de septiembre de 2018


“EL ECO DE LOS DISPAROS”  el libro de EDURNE PORTELA de 2016, nos ofrece elementos de reflexión sobre la variedad de respuestas morales que genera el terrorismo. ETA dejó de matar en 2010. Es el momento de construir la narración de los años de plomo y decidir qué les vamos a contar a nuestros hijos y nietos. ¿Qué relato va quedar de estos años? Esta es la pregunta que nos plantea el texto de Edurne Portela. «Somos cómplices de lo que nos deja indiferentes», repite. El relato no podemos permitir que sea el que construyan los asesinos.
Hubo demasiados silencios en esos años, silencios que en unos casos eran sinónimo de indiferencia y en otros de miedo. Ahora que ETA ha dejado de matar no podemos volver a callarnos. Hoy nos enfrentamos al reto de la memoria y esa memoria no puede abordarse desde la equidistancia. La equidistancia tiende a la comodidad y no podemos olvidar que en estos años de plomo unos sufrieron, otros hicieron sufrir y muchos miraron para otro lado. ¿Olvidamos la violencia que a veces se ejerció contra los etarras, basada en un concepto inaceptable de la defensa del Estado? No la olvidamos, pero tampoco la comparamos con la violencia sistemática de ETA.
Edurne Portela, nacida en 1974, según ella misma nos cuenta, vivió su adolescencia en la cotidianidad de la violencia, asistiendo a conciertos de rock radical de Kortatu o La Polla Records en los que se coreaba “gora ETA militarra”, cruzando la frontera francesa para visitar a un familiar amigo de “los barbudos” o viviendo en la ignorancia sobre el sufrimiento de la señora que les vendía anchoas, de la que con el tiempo supo que era viuda de un asesinado. Más tarde, la autora puso tierra de por medio y se doctoró en Literaturas Hispánicas en Estados Unidos.
Con “El eco de los disparos” ha evocado finalmente a sus propios fantasmas, los de la violencia que permeaba la sociedad vasca en la que nació y creció. La autora analiza cómo determinadas expresiones culturales desde la literatura, la fotografía o el cine han abordado el terrorismo de ETA y su objetivo es analizar cómo la literatura y el cine pueden contribuir a formar una sociedad más cívica, más responsable, más ética, a través de un esfuerzo por recordar ese pasado tan inmediato en el que demasiados vascos optaron por el silencio.
Como ha escrito Berna González Harbour, “Portela aporta un libro complejo a una realidad compleja, huyendo del maniqueísmo y de la equidistancia y navegando con una precisión difícil pero certera en el territorio que abrió Primo Levi cuando defendió conocer lo complejo para comprender, no para justificar”.
La autora, Edurne Portela, afirma: “La actitud de la sociedad vasca ha sido de complicidad y la complicidad tiene la idea de culpa implícita. Pero esta complicidad es muy compleja porque puede venir del miedo, de la connivencia o también de la ignorancia, una ignorancia activa, preferir no saber por ese terrible algo habrá hecho”. “La participación de la sociedad vasca en el problema ha sido inconsciente, pero también ha sido responsable”.
Portela señala el papel constructivo que tienen en este sentido obras de Fernando Aramburu, González Sainz, Jaime Rosales, el fotógrafo Clemente Bernad y algunos otros. Pero critica a fondo la falsa normalización que exhibe una película comoOcho apellidos vascos”, paradigma para ella de lo que no debe ocurrir.
Dice la autora: “Nos estamos saltando un paso fundamental: si no hay autocrítica, si no hay reconocimiento del daño, si no hay elaboración no podemos pasar al humor. No nos lo hemos ganado todavía”. No comparto totalmente esa tesis, pero aquí trato de resumir lo que dice la autora.
A lo largo del libro conocemos a una Edurne Portela con un rechazo visceral a los batasunos y a su retórica, pero que insiste en la necesidad de incluir en el cuadro el terrorismo de Estado o la violencia policial, sin que eso suponga hacer tabla rasa y equiparar a todas las víctimas y a todos los discursos. Se opone a la equidistancia cómplice, pero también a la utilización política de las víctimas del terrorismo, realizada a veces por las propias asociaciones de víctimas o por algunos partidos políticos.

No hay comentarios: