miércoles, 25 de abril de 2018


SERGIO RAMÌREZ  O LO REAL MARAVILLOSO

Al saber que concedían al escritor nicaragüense Sergio Ramírez el Premio Cervantes, recuperé unas notas de 2014 cuando le otorgaron en México el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Español.
Al recibir la noticia de haber ganado el Cervantes afirmó que se trataba de un “encuentro con lo sobrenatural, con lo sorpresivo, con lo mágico” y que significaba “subir a este pedestal donde están los héroes literarios que yo he admirado toda mi vida”, y mencionaba a Borges, Onetti, Carpentier, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Dulce María Loynaz o Benet.
Como opositor a la Dictadura de Anastasio Somoza, se integró en el Grupo de los Doce que apoyó al Frente Sandinista y formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional después de la caída del régimen de Somoza y del triunfo de la Revolución Sandinista en julio de 1979.
Después de las elecciones de 1984 que ganaron los Sandinistas, un resultado que no reconoció Estados Unidos mientras se dedicaba a financiar a la Contra, Sergio Ramírez fue Vicepresidente del gobierno nicaragüense.
En la campaña de las elecciones de febrero de 1990, Ortega era “El Gallo ennavajado” y Sergio era presentado como el Dr. Ramírez. La coalición Unión Nacional Opositora (UNO) ganó las elecciones y doña Violeta Barrios de Chamorro accedió a la presidencia de Nicaragua, siendo el hombre fuerte del gobierno Antonio Lacayo. Les conocí en Managua en mayo de 1992 y volví a coincidir con Sergio Ramírez  en una reunión con la dirección sandinista en la Asamblea Nacional. Respondía a las características del intelectual comprometido, con ideas templadas y reservado cuando hablábamos del futuro del sandinismo.
Me encontré con él en octubre de 1996 cuando encabezaba el socialdemócrata Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), en unas elecciones que no ganó. Entre los promotores de aquel Movimiento de Renovación Sandinista figuraban protagonistas de la revolución nicaragüense que expulsó del poder a los Somoza. Poco después se retiró de la política activa.
La revolución sandinista gestionada por Daniel Ortega era la expresión de una “catástrofe ética”; un fracaso en el que influyeron la aplicación de esquemas económicos de inspiración castrista y las sanciones de los Gobiernos norteamericanos.
Estuve con Sergio Ramírez en 2004, cuando presentó en Santander “Mil y una muertes”, la ingeniosa historia de un fotógrafo que anduvo por el mundo dejando testimonio gráfico a cualquier precio de la realidad.
Es autor de la edición crítica de la biografía y el pensamiento de Augusto César Sandino (1895 – 1934): el General de hombres libres que acababa sus escritos con: “Patria y Libertad” o “Siempre más allá”. En la edición que compré en Managua incluye: “El muchacho de Niquinohomo”, un hermoso y dolorido resumen de la historia de Nicaragua entre 1821 y 1934, desde Niquinohomo donde nació Sandino.
Sergio Ramírez nació en Masatepe en Nicaragua en 1942, pero sus tres hijos nacieron en San José de Costa Rica, donde vivía exiliado desde 1964 con su mujer. Estudió Derecho en la Universidad Nacional de León, la ciudad liberal de Nicaragua; la primera liberada por los sandinistas, donde visité la tumba de Rubén Darío.
En 1999 publica “Adiós Muchachos”. No son memorias políticas, sino la crónica y los recuerdos del ocaso de la utopía, donde dice adiós sin rencor a su activismo político, a un pasado vivido con lealtad a unas ideas. Un libro que guardo junto a “Sueños del corazón” de Violeta Barrios; “El país bajo mi piel. Memoria de amor y guerra” y “La mujer habitada” de Gioconda Belli; “La montaña es algo más que una inmensa estepa verde” de Omar Cabezas; “La difícil transición nicaragüense. En el Gobierno de doña Violeta” de Antonio Lacayo o “La marca del Zorro”,  conversaciones de Sergio Ramírez con el Comandante guerrillero Francisco Rivera “El  Zorro”.
En 1998 obtiene el Premio Alfaguara con “Margarita, está linda la mar”. Rubén Darío llega a León en 1907 y escribe en el abanico de una niña: “Margarita, está linda la mar”. Medio siglo después, aquella chiquilla y su hermana, se ven envueltas en una conjura para matar a Somoza.
También en León sitúa su novela “Castigo divino”, y con  la ironía como arma de denuncia, mezcla el encanto de las novelas por entregas, el reportaje periodístico, el florido lenguaje jurídico y las imágenes modernistas.
En “Charles Atlas también muere”, “Catalina y Catalina”, “El reino animal” o en “Flores oscuras”, constatamos que es uno de los grandes autores de relatos en lengua castellana.
En “Sombras nada más”, Alirio Martinica, Secretario privado de Somoza hasta 1976, es expulsado del círculo íntimo del Dictador y sometido a juicio popular cuando al huir es detenido por jóvenes sandinistas.
“El cielo llora por mí” se aproxima a la novela policiaca y crea al inspector Dolores Morales. En “Ya nadie llora por mí”, recupera al veterano policía y reflexiona sobre las sombras del poder en su país. 
En “La fugitiva” recorre la vida de la escritora costarricense Yolanda Oreamuno, (Amanda Solano, en la novela), a través de los recuerdos de tres amigas, personajes inspirados en mujeres reales; Manuela Torres, que sería Chavela Vargas; Gloria Tinoco que correspondería a Vera Tinoco, vinculada a un presidente de Costa Rica y Marina Carmona que sería la pedagoga y escritora Lilia Ramos Valverde.
Aprovechando de forma inteligente las posibilidades expresivas del lenguaje, manteniendo espacios para el humor y la ironía, Sergio Ramírez pertenece al grupo de escritores que ha hecho de América Latina y sus historias su patria literaria sin cerrar fronteras y, desde “lo real maravilloso” o realismo mágico, nos describe una época y el mundo cultural de un pueblo, que es nuestra época y nuestro pueblo.

(Publicado en El Diario Montañés el 12 de diciembre de 2017)

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