SERGIO RAMÌREZ O LO REAL MARAVILLOSO
Al saber que concedían al
escritor nicaragüense Sergio Ramírez el Premio Cervantes, recuperé unas notas de
2014 cuando le otorgaron en México el Premio Internacional Carlos Fuentes a la
Creación Literaria en Español.
Al recibir la noticia de haber
ganado el Cervantes afirmó que se trataba de un “encuentro con lo sobrenatural, con lo sorpresivo, con lo mágico” y
que significaba “subir a este pedestal
donde están los héroes literarios que yo he admirado toda mi vida”, y
mencionaba a Borges, Onetti, Carpentier, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Dulce
María Loynaz o Benet.
Como opositor a la Dictadura de
Anastasio Somoza, se integró en el Grupo de los Doce que apoyó al Frente
Sandinista y formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional
después de la caída del régimen de Somoza y del triunfo de la Revolución
Sandinista en julio de 1979.
Después de las elecciones de 1984
que ganaron los Sandinistas, un resultado que no reconoció Estados Unidos
mientras se dedicaba a financiar a la Contra, Sergio Ramírez fue Vicepresidente
del gobierno nicaragüense.
En la campaña de las elecciones
de febrero de 1990, Ortega era “El Gallo
ennavajado” y Sergio era presentado como el Dr. Ramírez. La coalición Unión Nacional Opositora (UNO) ganó las
elecciones y doña Violeta Barrios de Chamorro accedió a la presidencia de
Nicaragua, siendo el hombre fuerte del gobierno Antonio Lacayo. Les conocí en
Managua en mayo de 1992 y volví a coincidir con Sergio Ramírez en una reunión con la dirección sandinista en
la Asamblea Nacional. Respondía a las características del intelectual
comprometido, con ideas templadas y reservado cuando hablábamos del futuro del
sandinismo.
Me encontré con él en octubre de
1996 cuando encabezaba el socialdemócrata Movimiento de Renovación Sandinista
(MRS), en unas elecciones que no ganó. Entre los promotores de aquel
Movimiento de Renovación Sandinista figuraban protagonistas de la revolución
nicaragüense que expulsó del poder a los Somoza. Poco después se retiró de la política activa.
La revolución sandinista gestionada por Daniel
Ortega era la expresión de una “catástrofe
ética”; un fracaso en el que influyeron la aplicación de esquemas
económicos de inspiración castrista y las sanciones de los Gobiernos norteamericanos.
Estuve con Sergio Ramírez en
2004, cuando presentó en Santander “Mil y
una muertes”, la ingeniosa historia de un fotógrafo que anduvo por el mundo
dejando testimonio gráfico a cualquier precio de la realidad.
Es autor de la edición crítica de
la biografía y el pensamiento de Augusto César Sandino (1895 – 1934): el
General de hombres libres que acababa sus escritos con: “Patria y Libertad” o “Siempre
más allá”. En la edición que compré en Managua incluye: “El muchacho de Niquinohomo”,
un hermoso y dolorido resumen de la historia de Nicaragua entre 1821 y 1934,
desde Niquinohomo donde nació Sandino.
Sergio Ramírez nació en Masatepe
en Nicaragua en 1942, pero sus tres hijos nacieron en San José de Costa Rica,
donde vivía exiliado desde 1964 con su mujer. Estudió Derecho en la Universidad
Nacional de León, la ciudad liberal de Nicaragua; la primera liberada por los
sandinistas, donde visité la tumba de Rubén Darío.
En 1999 publica “Adiós Muchachos”. No son memorias
políticas, sino la crónica y los recuerdos del ocaso de la utopía, donde dice
adiós sin rencor a su activismo político, a un pasado vivido con lealtad a unas
ideas. Un libro que guardo junto a “Sueños
del corazón” de Violeta Barrios; “El
país bajo mi piel. Memoria de amor y guerra” y “La mujer habitada” de Gioconda Belli; “La montaña es algo más que una inmensa estepa verde” de Omar
Cabezas; “La difícil transición nicaragüense.
En el Gobierno de doña Violeta” de Antonio Lacayo o “La marca del Zorro”, conversaciones de Sergio Ramírez con el Comandante guerrillero Francisco Rivera “El Zorro”.
En 1998 obtiene el Premio
Alfaguara con “Margarita, está linda la
mar”. Rubén Darío llega a León en 1907 y escribe en el abanico de una niña:
“Margarita, está linda la mar”. Medio siglo después, aquella chiquilla y su
hermana, se ven envueltas en una conjura para matar a Somoza.
También en León sitúa su novela “Castigo divino”, y con la ironía como arma de denuncia, mezcla el
encanto de las novelas por entregas, el reportaje periodístico, el florido
lenguaje jurídico y las imágenes modernistas.
En “Charles Atlas también muere”,
“Catalina y Catalina”, “El reino
animal” o en “Flores oscuras”, constatamos
que es uno de los grandes autores de relatos en lengua castellana.
En “Sombras nada más”, Alirio
Martinica, Secretario privado de Somoza hasta 1976, es expulsado del círculo
íntimo del Dictador y sometido a juicio popular cuando al huir es detenido por
jóvenes sandinistas.
“El cielo llora por mí” se aproxima a la novela policiaca y crea
al inspector Dolores Morales. En
“Ya nadie llora por mí”, recupera al
veterano policía y reflexiona sobre las sombras del poder en su país.
En “La
fugitiva” recorre la vida
de la escritora costarricense Yolanda Oreamuno, (Amanda
Solano, en la novela), a través de los recuerdos de tres amigas,
personajes inspirados en mujeres reales; Manuela Torres, que sería Chavela Vargas; Gloria
Tinoco que correspondería a Vera Tinoco, vinculada a un presidente de Costa
Rica y Marina Carmona que sería la pedagoga y escritora Lilia Ramos Valverde.
Aprovechando
de forma inteligente las posibilidades expresivas del lenguaje, manteniendo
espacios para el humor y la ironía, Sergio Ramírez pertenece al grupo de
escritores que ha hecho de América Latina y sus historias su patria literaria
sin cerrar fronteras y, desde “lo real
maravilloso” o realismo mágico, nos describe una época y el mundo cultural
de un pueblo, que es nuestra época y nuestro pueblo.
(Publicado en El Diario Montañés el 12 de diciembre de 2017)
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