miércoles, 4 de abril de 2018


Comentario escrito después de leer en su momento, “PATRIA” de FERNANDO ARAMBURU
¿Hubiera existido ETA o hubiera actuado de otra manera si hubiera habido una reacción social contundente? No se pueden justificar los más de 838 asesinatos imputándo los mismos a una reacción ante determinados desmanes de las fuerzas de seguridad del Estado, como los que se produjeron en Rentería en 1978.
Hubo que esperar a 1985 para que el Gobierno Vasco con Ardanza, del PNV, rompiera con la tesis del conflicto e impulsara el Pacto de Ajuria  Enea en 1988. Ibarretxe, aunque no rompió con la legalidad, volvió a la tesis del conflicto. El lehendakari Urkullu parece que ha vuelto a las tesis de Ardanza.
“Patria” es una novela de víctimas y asesinos, de traiciones, de silencios cómplices, de perdones que se solicitan y no llegan, de familias que callaron ante lo que veían, de indiferentes, de amedrentadores. Aramburu nos retrata a unos personajes veraces, que existieron y existen. El autor nos acerca a los años de plomo de los ochenta y al final de la violencia terrorista de ETA en octubre de 2011.
Afortunadamente ETA no consiguió que todos fueran con ella, pero nadie podrá negar que esa historia existiera. Una historia que ensució la convivencia hasta la sordidez.
Una novela admirable, una novela que dice y nos habla de muchas cosas que sabíamos y necesitábamos que alguien no las contara con la maestría de Fernando Aramburu. Con muy buena literatura nos cuenta cómo el miedo y la amenaza condicionaron y cercenaron la libertad de expresión. La novela recupera el valor de la palabra para no olvidar que el gran enemigo de ETA era la democracia y el Estado de Derecho.
También hay que derrotar a ETA en el relato literario, en el relato cultural, para no blanquear la historia de los asesinos, para no glorificar o santificar a los agresores.
Las cosas ahora no serán igual, pero seguiremos esperando que BILDU, que sus diferentes marcas políticas, que los que acompañaron y defendieron a ETA, condenen sus acciones.
La trama de “Patria” se extiende a lo largo de tres décadas, en un paisaje cotidiano donde el autor nos cuenta las historias de gentes vascas y que esas historias fueron reales, no una ficción aunque estemos ante una novela y no ante un documento histórico. Es, como dice el autor, “una indagación humana y una mirada narrativa sobre nuestra época”.
Miren, una de las protagonistas, la madre del terrroristaa, es alguien que aceptó a unos amos en una determinada época (durante el franquismo) y después a otros (a los terroristas).
Ha habido demasiadas  escuelas de odio, tabernas de odio, iglesias donde se ha predicado y practicado el odio, familias de odio. No conviene pasar página tan rápido como algunos quisieran. Antes hay que construir un espacio de memoria donde se pueda acudir para conocer y encontrar respuestas.
“Patria” es la historia de dos familias vascas, en su día unidas por la amistad y rotas por el odio del terrorismo: dos mujeres, dos maridos y cinco hijos.
Aramburu, como escribe José Carlos Mainer “retrata las dos caras de una sociedad arcaica y patriarcal”. “Patria” es una gran novela, que no olvida lo sucedido en comisarias y cuartelillos, pero no equipara el dolor de las víctimas y los verdugos. Y no olvida la connivencia de algunos párrocos locales y defiende que no puede haber amnistía sin perdón y sin arrepentimiento. Le preocupa que el relato que pueda quedar en la historia sea el que glorifique a los asesinos.
Serán los testimonios lo que se impogan a la mentira y a la leyenda, para que al final exista un relato fiable.
El autor está comprometido con la derrota cultural de ETA, con que no se blanquee la historia para las próximas generaciones. Porque hay que cerrar con memoria las heridas abiertas en la convivencia como consecuencia del terror asesino.
Si al esfuerzo de autores como Aramburu se uniera el esfuerzo de la comunidad educativa, de la Iglesia católica y de las instituciones, sería una señal de que estamos más en el futuro que en el pasado.

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