domingo, 1 de mayo de 2016

VOLVER A VOTAR NO ES EL FIN DEL MUNDO

(Publicado en "El Diario Montañés" (Santander) el 30.04.16)

Pablo Iglesias renunció a su aspiración de ser Vicepresidente omnímodo del Gobierno de España, con la misma solemnidad y petulancia con la que se había autoproclamado para ese puesto que nadie le había ofrecido.
Para llegar a formar un nuevo Gobierno y evitar nuevas elecciones, ni Rajoy ni Iglesias han tenido iniciativa alguna salvo para decir no. No han sido capaces de quebrar el acuerdo firmado por PSOE y Ciudadanos y no han ofrecido otra opción salvo la petición de adhesión o sumisión a sus escasos planteamientos. Iglesias y Rajoy, con sus tendencias al caudillismo, creen que ellos y solo ellos actualizan el denostado bipartidismo.
Quien más votos obtuvo el pasado 20 de diciembre, es quien menos ha trabajado para resolver la situación creada por los resultados electorales que obligaban a negociar y pactar. Rajoy se ha limitado a contemplar el paso del tiempo y esperar la pleitesía de los demás o llegar a unas nuevas elecciones, convencido de que ni la corrupción ni sus políticas de malestar social, le harán retroceder en número de votos. Ha ejercido uno de sus principios: “a veces, la mejor decisión es no tomar decisiones”.
Ha sabido Rajoy repetir su mensaje de “gran coalición”, aunque nada haya hecho por conseguirla, y ha limitado su escaso discurso a culpar a Pedro Sánchez de los males actuales y de los que estén por llegar. Y Rajoy, en activa campaña preelectoral, ha sentido el halago de los conservadores que le hacen la ola allá por donde transita.
Constatado que no era posible un gobierno reformista a tres, Rajoy volvió a camuflarse entre el paisaje de los suyos, y evitar así dar un paso y asumir alguna de sus responsabilidades. Fue Rajoy quien nos dijo que si Sánchez fracasaba en su intento, él haría un último esfuerzo. Se nota que los esfuerzos cansan una barbaridad. ¿Amnistiarán los ciudadanos en las urnas a Rajoy?
Iglesias, por su parte, nunca quiso negociar y ha utilizado a sus bases para que en un plebiscito doméstico y domesticado, con preguntas de respuesta inducida, le reafirmaran en evitar cualquier posibilidad de acuerdo con otras fuerzas políticas. Su objetivo era y son las elecciones y con su derecho a decidir, con sus convicciones de salvadores del pueblo y con sus mareas, confluencias y sumas de unos y otros, tratar de derrotar al PSOE, que es de lo que se trata. Para el Sr. Iglesias, negociar es contemplar como los demás aceptan tus condiciones.
¡Cuántas veces hemos visto cómo estos activistas de pasillo y asamblea, prietas las filas y sin mayor bagaje que las proclamas, han definido su objetivo político en uno solo: derribar a la socialdemocracia por revisionista y vendida al Ibex! Eso que llaman “sorpasso” y otros denominaban la teoría de las dos orillas. Todo ello condujo a Izquierda Unida a la irrelevancia parlamentaria. Anguita lo recordará.
De la misma forma que hemos visto y oído a determinados supuestos orientadores de la opinión pública, repetir hasta la náusea que el único objetivo de Pedro Sánchez era ser Presidente del Gobierno y que para ello, que nadie tuviera dudas, pactaría con el separatismo. Seguramente es grave pactar con el separatismo, pero no es menos peligroso aliarse con los amigos de la uniformidad impuesta.
La intransigencia y el sectarismo de unos, el pasotismo y el reproche de otros, las dudas y los miedos de los de más allá, han impedido la formación de un nuevo gobierno. En estos meses, desde el 20 de diciembre, todos tienen responsabilidad en la falta de resultados del diálogo, pero no todos lo han intentado de la misma forma. Mientras algunos trabajaban para el acuerdo, otros de dedicaban a colocar obstáculos insalvables. 
Habrá elecciones. Votar de nuevo no será el fin del mundo. Y cada ciudadano votará al Partido que crea más conveniente, y conocidos los nuevos resultados se abrirá un periodo de consultas para alcanzar la investidura y formar gobierno y espero que entonces, arrinconados los esencialismos, los vetos y las líneas rojas, los grandes Partidos, especialmente el PSOE y el PP, traten de entenderse, no para articular imposibles grandes coaliciones sino para permitir formar gobierno.
¿Qué efectos tendrá la abstención si se produce una cierta desmovilización del electorado? El electorado del Partido Popular se manifiesta bastante estable pese a todo lo que sucede. El electorado socialista parece que hoy el menos movilizado y el menos activo. Aparentemente el electorado más motivado puede ser el de Podemos, aunque habrá que descartar a los fatigados por la errática trayectoria de su líder y sus modos de gestionar una organización. El electorado de ciudadanos parece que no sufre alteraciones, si acaso puede beneficiarse de algunos descontentos ajenos.
En ese entendimiento deberán estar todos los partidos, insisto en que para ello deberán abandonar líneas rojas y vetos, porque ese entendimiento era necesario hoy y será necesario mañana, entre otras cosas para reunir mayorías en las Cámaras que deben aprobar los proyectos de ley y para reunir los 176 votos que son exigibles en el Congreso para aprobar leyes orgánicas.



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