miércoles, 18 de julio de 2012

Un artículo de Javier Cercas, “El canto de los derrotados”, publicado en El País Semanal, recordaba la película de Campanella “El secreto de tus ojos” en los que un personaje dice: “un tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión”. Como dice Cercas: la pasión que no se puede cambiar es la pasión por un equipo de fútbol. “Cuando se quiere con pasión a un equipo, ya nunca se puede cambiar de pasión”.
Es lo que me ocurre a mí con el Barça.
He leído “ROSA DE FUEGO” de EMILIO MARRESE. “Rosa de foc”, llamaban los anarquistas a Barcelona en la Guerra Civil, una expresión acuñada por Friedrich Engels en 1873.
Una historia de amor entre un joven mexicano y una muchacha de Barcelona y una investigación sobre una joven que aparece estrangulada en un piso alquilado por un jugador del Barcelona, le sirven al autor como soporte para aproximarse a la Barcelona de 1937 en plena Guerra Civil y para narrar algunas historias del Barça: el asesinato en la sierra de Madrid por un grupo de los rebeldes sublevados en agosto de 1936 del presidente del Barça Joseph Sunyol i Garriga, diputado nacionalista catalán y la gira del Barça por México y Estados Unidos como embajada de la República y de Cataluña y de cómo de aquella gira regresaron muy pocos jugadores porque la mayoría se quedó en México, Venezuela o Francia.
“De aquel equipo solo quedaba un masajista y una esponja. Con esas armas el Barcelona refundó su historia”, escribió no hace mucho tiempo Juan Villoro.


1 comentario:

adela dijo...

Muy buena película " El secreto de tus ojos", y excelente interpretación, como siempre, de Ricardo Darín.
En cuanto a pasiones, se pueden tener muchas, pero con un equipo de futbol, como que no lo comparto, pero eso es como siempre, cada uno tiene sus gustos, que no pasiones.Enfín es muy discutible el tema. Eso mismo le pasaba a mi padre con el Barça, también se podría decir que era una especie de pasión que le cegaba y no veía más allá.
un beso