lunes, 4 de noviembre de 2013

Leo “El cementerio vacío”, de Ramiro Pinilla. Es la segunda novela que tiene como protagonista al librero Sancho Bordaberri, personaje creado en “Solo un muerto más”. Sancho Bordaberri heredó unos baúles llenos de libros gracias a los que se convirtió en un lector de novela policíaca y, de forma especial de Chandler y Hammet. Aquellos libros serán el origen de la librería que Bordaberri abrió en Getxo en 1940. Su pasión por la lectura le llevó a escribir dieciséis novelas policíacas que fueron rechazadas por las editoriales. Recordó entonces un crimen no resuelto cometido en Getxo, investigó y la investigación se convirtió en su primera novela publicada.
El cementerio vacío comienza dos años después del caso anterior. A pesar de los esfuerzos de Koldobike, su ayudante, secretaria y cómplice en la adopción de su identidad como Samuel Esparta, homenaje al Sam Spade de Hammet, Sancho ha renunciado a seguir escribiendo. Piensa que el realismo de la anterior novela puede haber provocado heridas en los vecinos de Getxo, sorprendidos al ver sus nombres y circunstancias sobre el papel. Pero el asesinato de la joven y hermosa Anari de dieciocho años durante una romería en Getxo cambia sus planes. El sospechoso del asesinato es Pedro, un maketo con el que parecía que iba a fugarse. Todos están convencidos de su culpabilidad y están a punto de lincharle, pero es arrestado.
Aparecen dos chavales de doce años, convencidos de la inocencia de Pedro, y dispuestos empeñar todos sus ahorros para contratarle. Samuel se encontrará con la oposición de la familia de Anari, con el odio nacionalista hacia los maketos y con la interferencia de un comisario de la policía Político-Social, Cayo Fernández. El caso se complica cuando el protagonista descubre que son muchos los familiares y amigos que tuvieron contacto con la asesinada a lo largo de la noche, incluido el turbio coadjutor Ignacio Artigas. Y, para enredar la investigación, Samuel escucha la leyenda popular según la cual las tumbas de los cementerios costeros se vacían por el fondo y vierten sus cadáveres al mar, donde los amantes puedan vivir juntos para siempre.
El cementerio vacío mezcla la trama policial con el realismo de una compleja época. El autor nos ofrece crímenes, amores, secretos, venganzas, represión, odios y leyendas, todo ello con un original homenaje al mundo de la literatura de la mano de su peculiar protagonista y su imprescindible ayudante. Como la historia se desarrolla en la España de 1947, se produce la circunstancia de que al día siguiente del asesinato de Anari llega la noticia del fusilamiento de su hermano Toribio, que permanecía en la cárcel a raíz de la guerra civil. El velatorio de ambos hermanos se celebrará conjuntamente en el caserío familiar. Este hecho introduce en la historia elementos que nada tienen que ver con la intriga criminal y sí con el panorama de sangrientas y tardías represalias de la dictadura franquista, con el temor de una colectividad vigilada por guardias, delatores y falangistas armados, y también con el recelo ante los “maketos”, vistos como afines al poder opresor y destructores de creencias y formas de vida.



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