MARUJA MALLO,
SURREALISTA DE PRIMERA HORA
La pintora Maruja Mallo (1902 – 1995) nació en Viveiro
(Lugo) y comenzó a exponer con veinte años en la II Exposición de Arte
Avilesino y, desde su exposición en la Feria de Muestras de Gijón en 1927, tuvo
el reconocimiento de la crítica. En 1922 viajó a Madrid para estudiar en la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; lo académico daba paso a la
vanguardista. Coincidió con Dalí, perfeccionó las técnicas del dibujo, y obtuvo
el diploma con el que podría presentarse a las oposiciones de profesora.
En la Residencia de Estudiantes se hizo amiga de García
Lorca, Buñuel, María Zambrano, Alberti, Pepín Bello, Miguel Hernández. Vivió
los cambios políticos, sociales, económicos y culturales que se estaban
produciendo. Las obras de esos años reflejan su libertad vital y creativa y las
transformaciones del mundo urbano. En 1928, Ortega y Gasset la apadrinó para
exponer en los salones de la Revista de Occidente, donde mostró su
serie “Verbenas”, expresando”, expresando con influencia cubista
su cariño crítico hacia la cultura popular, el casticismo mágico y la inversión
carnavalesca y secular de la religión. También a esa época pertenecen sus Estampas,
en las que rinde culto al deporte, símbolo de la dinámica e independencia
femenina.
Mujeres con inquietudes intelectuales, como María de
Maeztu, Victoria Kent, Zenobia Camprubí, Amalia Salaverría y Carmen Baroja,
crearon en 1926 el Lyceum Club, referente para la generación de mujeres más
jóvenes. Colaboró en los decorados y figurines de la obra “El ángel cartero”,
de su amiga Concha Méndez, representada en el Lyceum en la noche de Reyes de
1929.
Becada por la Junta de Ampliación de Estudios viajó a
París en 1932, donde conoce a André Bretón y expone «Cloacas y campanarios»,
su serie más surrealista. Regresa de París, se compromete con la República
y participa en las Misiones Pedagógicas. Expone “Sorpresa del trigo” (1936),
donde el trigo brota de los dedos de una campesina.
Al comienzo de la Guerra Civil parte hacia Portugal
gracias a Gabriela Mistral, embajadora en Portugal, y luego a Chile, invitada a
dar un ciclo de conferencias. El exilio la llevó hasta Buenos Aires y en 1948
realizó una exposición en Nueva York.
La pintora se instaló en Madrid en 1962 como una
desconocida, aunque volvió a ser una figura de culto. Mantuvo su vitalidad y su
curiosidad.
En 1982 recibió la Medalla de Oro de Bellas Artes
concedida por el Ministerio de Cultura. Murió con 93 años. En 2017 la Galería
Guillermo de Osma publicó el catálogo razonado de la artista.
(De mi libro “De mi cuaderno de notas”)


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