viernes, 15 de agosto de 2025


Notas después de leer “CASTELLANO” de LORENZO SILVA

Este libro de Lorenzo Silva es novela, ensayo, crónica histórica y literaria, memoria personal y relato de viajes: así lo define el propio autor que en un momento dado se proclama “mesetario”.

El libro nos sitúa en 1521, cuando se produce la revuelta de los comuneros contra Carlos V y se produce en Castilla una especie de sueño de orgullo y libertad que marcó la identidad española. Carlos I de España, un joven venido de Flandes que apenas hablaba nuestra lengua, está en ese momento volcado en sus intereses en el norte de Europa en vez de atender los asuntos del reino de Castilla, en plena expansión americana.

Es la historia de la revuelta del pueblo de Castilla contra el abuso de poder de Carlos V, educado lejos de España y ajeno a sus fueros y tradiciones, y que culminó en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las tropas imperiales arrollaron a las de las Comunidades de Castilla y decapitaron a sus principales capitanes: Padilla, Bravo y Maldonado. Aquella jornada marcó el comienzo del declive de un próspero reino que se extendía a lo largo de tres continentes y cuya disolución dio lugar a un nuevo Imperio que se sirvió de sus gentes y sus recursos. Castilla y los castellanos han sido vistos como abusivos dominadores, cuando en realidad su alma se perdió en aquel campo de batalla y ha languidecido en tierras empobrecidas, ciudades y pueblos despobladas y pendones descoloridos.

La novela es una aproximación a aquel fracaso, a aquel sueño de orgullo y libertad frente a la ambición y la codicia de gobernantes intrusos. ¿Existe conciencia de sentirse castellano?

Es la historia de lo ocurrido siglos atrás, cuando un grupo de nobles junto a las clases populares castellanas se levantaron contra la avaricia de la corte de Carlos V en la revuelta de los comuneros. La osadía la pagaron con su vida. Se levantaron contra el segundo de los Austrias, un insensible Carlos I, que acababa de ser elegido emperador del Sacro Imperio Germano y precisaba de los recursos del principal de sus reinos peninsulares para costear su arriesgada empresa. Tuvo que enfrentarse al conjunto de las ciudades que siguiendo el ejemplo de Toledo (la arrogancia toledana) y de Salamanca (la inteligencia salmantina, destacando Francisco de Vitoria, nacido en Burgos, doctor por la Sorbona de París y catedrático en Salamanca) se negaran a pagar los impuestos exigidos en las cortes de La Coruña, antes de que Carlos I partiera con la flota imperial.

Carlos sale de España para recibir el título de Emperador de los germanos, del Sacro Imperio, cuando el ambiente no le es nada favorable, y deja a Adriano de Utrecht como regente: “El cardenal y obispo de Tortosa, Adriano de Utrecht, como indica su nombre, no ha nacido en tierras de Castilla. Permanece en el reino desde hace cinco años, velando por los intereses de su señor, el emperador, de quien fue preceptor y que le ha procurado, gracias a sus gestiones ante el papa, el capelo cardenalicio. La decisión de dejar a Adriano como regente no sólo va a ofender a los representantes de las ciudades y a quienes los han elegido. Los más agraviados, con mucho, son los nobles castellanos, que esperaban que Carlos tuviera con ellos un gesto que reconociera su influencia en los asuntos del reino. Lejos de satisfacer sus expectativas, le entrega el poder a un eclesiástico nacido en Holanda, haciéndoles ver que no confía ni se apoya en ellos. En esta ocasión, el hombre poderoso comete un error que lo va a exponer a pagar un alto precio. Subestima la cólera del pueblo defraudado, subestima también los recursos que la nobleza de Castilla tiene para ponerlo en apuros, y subestima el discurso laboriosamente trabado por los frailes de Salamanca va a remover los fundamentos de su poder”.

La historia de los acontecimientos que, desde mayo de 1520 hasta la primavera de 1521, enfrentó a un pueblo contra un monarca que no comprendió lo que estaban dispuestos a hacer un grupo de nobles y prelados, caballeros y gente de a pie para defenderse de las injustas exacciones con las que iban a ser oprimidos.

Silva viaja al interior de Castilla, a los escenarios más emblemáticos de aquella revuelta de los comuneros y se adentra en su memoria personal, en los episodios de una biografía que lo forjaron como escritor e intelectual comprometido con la defensa de la libertad.

Lorenzo Silva nos acerca a un grupo de figuras que protagonizaron aquella historia de los comuneros: Juan de Padilla y su esposa, doña María de Padilla, hija del Gran Tendilla, la reina doña Juana, a la que se procura implicar en la revuelta para que recupere el trono, los magnates de Castilla apoyando algunos a los comuneros, defendiendo otros sus privilegios, los consejeros del inexperto rey, como Adriano de Utrecht (regente en ese difícil año y Papa en 1522), aguerridos prelados como el obispo de Zamora, Antonio de Acuña, que aspiraba a ser elegido arzobispo de Toledo, las principales ciudades de Castilla que adquieren vida a través de las reivindicaciones de sus procuradores o representantes: Toledo, Salamanca, Segovia, Medina, Tordesillas, Burgos, trazando un itinerario que se cierra en Villalar.

Un libro que leo con interés y que me permito aconsejar a quien esté interesado en ese periodo de nuestra historia.

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