Con motivo del centenario del
desastre de Annual en 1921, he vuelto a leer “EL NOMBRE DE LOS NUESTROS” de
LORENZO SILVA, la
historia de una trágica equivocación: la de la política colonial de España en
el protectorado de Marruecos. La novela se inspira, advierte el autor, «en los
avatares reales vividos entre junio y julio de 1921 por los soldados españoles
[…] que defendían las posiciones avanzadas de Sidi Dris, Igueriben, Talilit y Afrau, en
Marruecos», puestos mal
defendidos y mal avituallados. La novela se organiza mediante la sucesión de
capítulos en los que alterna el relato de los terribles asedios sufridos por
los soldados españoles en distintas posiciones avanzadas del ejército. Además, el relato nos traslada a bordo de la
cañonera Laya, que junto con otros buques intentaría la evacuación
de tropas cuando la defensa de las posiciones fue ya imposible y nos acerca las
diferentes actuaciones y las limitaciones que encontraron en las operaciones de
retirada.
Un grupo de soldados de leva, suboficiales y oficiales de bajo
escalafón, protagonizan un relato en el que se describen, no ya los
horrores de la guerra, sino el horror del hombre ante un destino
irracionalmente impuesto por eso que se llama «razón de Estado».
Ante ellos, la harka, el conjunto tribus rifeñas de Abd el-Krim
que el torpe mando militar español menosprecia desde sus despachos. Un enemigo
invisible en un paraje en el que aparentemente no sucede nada, pero que se
prepara lúgubre e inexorablemente para la masacre.
Aquellos hechos
convirtieron el derrumbe de la Comandancia de Melilla dirigida por Manuel Fernández Silvestre, comandante general
de Melilla en un acontecimiento impactante, que provocó una
reacción en el país entero, en el seno del Gobierno y del Ejército, donde llegó
la depuración de responsabilidades.
Lo que falló en aquellos días de julio de 1921 fue un
sistema establecido a partir de decisiones políticas y militares que crearon
una estructura y unos procedimientos disfuncionales y poco apropiados para las
características del conflicto.
El territorio del
Rif, bajo control teórico de la Comandancia General de Melilla, carecía, a
principios del siglo XX, de una mínima red de carreteras y ferrocarriles, o de
una trama urbana. El ejército colonial español se apoyaba en un sistema muy
precario de fortificaciones sumamente precario y emplazamientos al aire libre
poco protegidos.
No hay censo real de
víctimas, pero la cantidad de muertos, según el expediente Picasso (Sumario de responsabilidades para esclarecer los hechos
que dieron lugar al Desastre), fue de 10.973 españoles y 2.390
de las tropas indígenas. Se ignora el número de muertos en las tropas rifeñas.
El número de cautivos fue de 534 militares y 53 civiles, de los que
sobrevivieron 326.
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