Notas después de leer “MARÍA BLANCHARD. COMO UNA SOMBRA” de BALTASAR MAGRO
Un rico cliente
se acerca al estudio de la pintora, una española con aspecto de niña pequeña
que vive encerrada en su casa que sólo abandona al atardecer para pasear oculta
entre las sombras. El comprador desea que la pintora reproduzca un retrato que
hizo de su madre hace tiempo y que es un recuerdo de su infancia. Ella se
niega. No la gusta volver al pasado.
La obra nos
acerca al París de la bohemia de principios del siglo XX, cuando allí
coincidieron artistas, novelistas, poetas, músicos y pintores que
revolucionaron el mundo del arte. Uno de estos genios fue una mujer: María
Blanchard (Santander, 1881- París, 1932), pintora cubista, amiga de Picasso,
Juan Gris, y Diego Rivera que pasó bastante desapercibida pese a su innegable
originalidad y a la huella indeleble que dejó en las vanguardias artísticas. Le
afectó mucho la muerte de su gran amigo
Juan Gris en 1927.
María Blanchard
nació en Santander en 1881. En 1903 marchó a Madrid, donde arrancó su formación
artística y en 1909, se trasladó a
París. Allí estudió con el
español Anglada Camarasa, con quien disfrutó de la libertad del
color. En la misma academia conoció a Angelina Beloff, conocida como
Quiela, a quien le unió una estrecha relación de amistad. “Tuvieron mucha
afinidad, era su confidente, su amistad se prolongó durante más de 20 años”,
recuerda Magro. En 1914 regresó a España y participó en la exposición “Pintores
íntegros” que organizó Ramón Gómez de la Serna. En 1916 decidió volver
a París para instalarse de manera definitiva.
El autor sabe
conjugar elementos reales con otros de ficción y recrea su dimensión humana y
su la labor artística, reconstruye su visión de la pintura y nos ofrece
detalles de una humanidad desbordante que le hizo acercarse a los parias de la
sociedad, mendigos, prostitutas, pobres y tullidos, a quienes abría las puertas
de su casa, alimentaba, daba cobijo y retrataba con sensibilidad y respeto. La
última etapa de su vida le pareció al autor que tenía la fuerza suficiente para
acercarse a la personalidad de la artista. Son tiempos en los que evoca los
momentos más interesantes de su vida, y está acompañada por la amiga de
siempre, la pintura rusa Angelina Beloff, conocida como Quiela.
El autor,
desde la realidad de la vida de la pintora, elabora una ficción con un cierto
espíritu didáctico, para acercarnos a una gran artista, en un tiempo en que las
mujeres
eran modelos o amantes. El tiempo se encargó de llevarla casi al olvido. La
intención del autor es colaborar a sacar de la sombra a esta inteligente
artista. Se trata dice Baltasar Magro “de la artista más importante que ha
tenido este país”, una mujer de enorme talento atormentada por un físico
deforme. Hasta 2012 no le dedicó el Reina Sofía una exposición monográfica.
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