Notas
después de leer la novela “La línea del
frente” de Aixa de la Cruz.
Aixa de
la Cruz (Bilbao, 1988) tengo la impresión de que también ha sentido la
necesidad de sumarse a lo que se llama literatura sobre el conflicto vasco con
su novela “La línea del frente”. La autora intenta ser original en su forma de
narrar los hechos, y creo que lo consigue. Una aportación más desde las letras
vascas a mirar de frente a lo sucedido en los años más duros de ETA.
Sofía lleva una vida acomodada junto a su novio Carlos. Un día, ve en el telediario a quien fuera
su amor de juventud: “A Jokin lo escoltaban dos ertzainas y aunque
caminaba encorvado lo reconocí al instante”. La noticia eran unos
disturbios: un rapero había sido acusado de apología del terrorismo, se había
atrincherado en una casa okupa, hubo cargas, murió un joven. “Aquella noche acusaron a Jokin de haber dejado tuerto a un
policía, de un crimen de odio, de terrorismo”.
La
protagonista, Sofía Icaza, una joven vasca de buena familia se instala en un
apartamento en Laredo propiedad de sus padres. El objetivo de este aislamiento
es completar la tesis que viene redactando en sus últimos años: un estudio
sobre el final de Mikel Areilza, escritor y ex militante de ETA exiliado en
Argentina donde se suicidó. Pero en el encierro en su apartamento recupera el
contacto con su antiguo ex novio, Jokin, detenido y condenado por actos de la
kale borroka al enfrentarse a la policía en defensa de una casa okupada. Sofía trata de dar sentido a lo que sucedió en
los años que vivieron separados. Sofía se ha vuelto a enamorar por correspondencia.
Desde la terraza de su apartamento, se divisa el monte
Buciero de Santoña, donde está ubicada la prisión de El Dueso, en la que cumple
condena Jokin.
La
novela intercala entradas del diario de Arturo Cozarowski un dramaturgo
argentino que mantuvo contacto con el etarra Areilza y que quizá pueda dar
razones a Sofía sobre lo que hizo y por la razones de su suicidio. Esa parte de
la novela es la que menos me ha gustado.
Sofía irá descubriendo que aquello en lo que cree no
es más que la proyección de un discurso ficcional.
Estamos ante un ejercicio arriesgado de indagar sobre
el papel de las ficciones en la construcción de nuestra identidad, con el
conflicto vasco al fondo.
No es
una gran novela de reflexión sobre el País Vasco, pero
si es una importante aportación generacional con aire fresco y calidad
literaria a lo vivido en el País Vasco en tiempos del terrorismo de ETA.
La
novela me ha gustado y creo que está bien escrita.
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