La Residencia de Estudiantes ha
recuperado este año 2019 en tres volúmenes, las memorias VICTORINA DURÁN (1899 – 1993), pintora vanguardista, figurinista, escenógrafa, crítica de teatro y
escritora. En su exilio en Argentina fue directora del Teatro Colón de Buenos
Aires. La edición ha corrido a cargo de Idoia
Murga y Carmen Gaitán.
En 1917 ingresa en la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando, compartiendo aulas con Rosa Chachel y Matilde Calvo
Rodero, con quienes mantendrá una amistad de por vida, y con Salvador Dalí,
Gregorio Prieto, Maruja Mallo y Timoteo Pérez Rubio.
Colaboró con Irene López Heredia, Lola
Membrives y con Margarita Xirgu y dejó tanto en Madrid como en Buenos Aires,
donde vivió exiliada más de 25 años, un abundante trabajo en el escenario, el
lienzo y el papel. Expuso en Uruguay, Brasil, Chile, Alemania, Francia,
Participó en la Exposición Internacional
de París de 1925, en la sección de Arte e Industrias textiles.
Antes de convertirse en una de las
figurinistas y escenógrafas más demandadas de la vida teatral madrileña previa
a la guerra, Durán fue una de las fundadoras en 1926 de una asociación clave de
la época, el Lyceum Club Femenino, un centro cultural destinado a defender la
igualdad y la plena incorporación de la mujer a la educación y al trabajo, que
acogería actividades muy diversas, desde el famoso té de la tarde hasta conferencias
y exposiciones. Su nombre aparece asociado a una de las compañías de teatro más
renovadoras de aquel tiempo, la TEA (Teatro Escuela de
Arte) de Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Azaña, donde
entró en contacto con Margarita Xirgu, luego exiliada también en Argentina.
Victorina Durán Cebrián ganó por
oposición la Cátedra de Indumentaria del Conservatorio de Música y Declamación,
que estaba vacante por el fallecimiento del pintor Juan Comba.
Con Federico García Lorca tuvo
una relación muy corta y marcada por la complicidad de una sexualidad
diferente.
Con los datos aportados en sus memorias
se puede reconstruir el Círculo Sáfico de Madrid, con su década dorada desde la
fundación del Lyceum Club hasta que estalló la guerra civil. Un lugar de
encuentro y tertulia donde se reunirían mujeres como Carmen Conde, Irene Polo,
Lucía Sánchez Saornil, Elena Fortún, Matilde Ras, Victoria Kent. Mujeres
rebeldes, feministas y transgresoras, como Victorina Durán, que se atrevió a
vivir abiertamente su lesbianismo en el contexto de una España rancia e
intolerante.
La artista regresó a nuestro
país en 1963 (había salido en 1937) comienza a trabajar con Nati Mistral y
solicita la pensión que le correspondía como antigua catedrática de
Indumentaria del Real Conservatorio de Música y Declamación. Se la concedieron tras
mucho litigio, pero era tan escasa que hubo de volver al mundo de la escena y
hacia el final se trasladó
a Peñíscola, donde abrió un
bar de copas y siguió pintando.
Murió en 1994, y en su epitafio se puede
leer: “No sé si habré dejado de amar por haber muerto o habré muerto por
haber dejado de amar”.
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