Hace algún tiempo, tuve la
oportunidad de presentar en la Librería Gil de Santander “MEJOR LA AUSENCIA” la novela de EDURNE PORTELA.
Conocí a Edurne Portela cuando leí “El eco de los disparos”, un texto
que ofrece elementos de análisis y reflexión sobre cómo
determinadas expresiones culturales desde la literatura, la fotografía o el cine han
abordado el terrorismo de ETA, haciéndolo con un objetivo: ver si la literatura y el cine pueden
contribuir a formar una sociedad más cívica, más responsable y más ética.
Edurne Portela, según ella misma nos cuenta,
vivió su adolescencia en la cotidianidad de la violencia, asistiendo a
conciertos de rock radical en los que se coreaba “gora ETA militarra”, cruzando
la frontera francesa para visitar a un familiar amigo de “los barbudos” o
viviendo en la ignorancia sobre el sufrimiento de la señora que les vendía
anchoas, de la que con el tiempo supo que era viuda de un asesinado.
Cuando volvió la vista hacia aquella
realidad, nos dice: “Intenté abordarlo desde un punto de vista académico pero
era imposible para mí hacerlo desde esa frialdad. Me di cuenta de que había
sido testigo de experiencias que no había elaborado y que formaban parte de mis
afectos, de mi ética y de mi forma de entender el mundo”.
Desde que el terrorismo de ETA
dejó de matar en 2010, Edurne Portela como muchos entre los que me encuentro,
nos preguntamos ¿qué relato va quedar de estos años que ensuciaron la convivencia hasta la sordidez? Con el valor de la
palabra y de la razón, hay que derrotar al terrorismo en el relato literario,
en el relato cultural, para no blanquear la historia de los asesinos, para no
glorificar o santificar a los agresores. El relato que quede no podemos permitir que
sea el que construyan los asesinos.
Ha habido
demasiadas escuelas de adoctrinamiento, tabernas de odio, demasiadas iglesias y
sacristías donde se ha predicado y practicado el odio, familias de odio y con
odio, y no conviene pasar página tan rápido como algunos quisieran. Antes, hay
que construir un espacio de memoria al que se pueda acudir para conocer y
encontrar respuestas, y la ficción, dice Edurne, puede llegar allá donde la
historia no puede.
Edurne Portela
nos acerca en su novela “Mejor la
ausencia” a la historia de una familia vasca en la margen izquierda del
Nervión, contada desde la perspectiva casi siempre de Amaia, la hija, y desde
su propio drama personal de madurez e inmadurez, de atracción y rechazo de la
violencia, desde su estética y su normalidad. Es la historia personal de Amaia en su paso de la infancia a la adolescencia y a la
madurez en el seno de una familia cargada de tensiones, de errores, y de
silencios.
“Mejor la ausencia” es la crónica de una época y una
reflexión sobre las consecuencias de la violencia cotidiana narrada desde los
ojos de una
niña que se convierte en mujer en un pueblo de la margen izquierda del Nervión
durante los años 80 y 90, donde había heroína, paro, degradación
medioambiental, pelotas de goma y consignas asesinas, y donde la violencia no
era sólo un problema personal.
Es una novela oscura, dura, triste sobre ETA, la kale
borroka, sobre los estragos de la heroína, la reconversión industrial, sobre la
juventud desarraigada y el paro en los ochenta en el País Vasco.
Un relato sobre las historias convulsas de una familia
rota, donde está presente de forma permanente el maltrato y la violencia
doméstica, con un padre machista y autoritario, con una madre sometida a la
dictadura de su marido y cuatro hijos que responden a su entorno de formas
distintas.
Una
novela en la que la autora ha optado por un estilo seco y directo, con uso de
términos coloquiales, con pocas concesiones al preciosismo o al humor, pero es
un estilo muy efectivo en la transmisión de la dureza de las historias que
aparecen en la novela.
Una
novela cargada de interés literario, histórico o político y por todo ello de
lectura muy recomendable.
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