ROSA LUXEMBURGO
El 15 de enero de 1919 era asesinada en Berlín Rosa
Luxemburgo, una fecha que se recuerda de forma muy especial en Alemania todos
los años. Unos soldados de los freikorps, un grupo paramilitar vinculado al
nazismo incipiente, se dice que por orden del sector más conservador de la
socialdemocracia, la detuvo en el hotel Eden de Berlín junto con su compañero
Karl Liebknecht, con el que había fundado el periódico “Bandera Roja”. Poco
después de la detención fueron asesinados y sus cadáveres arrojados a uno de
los canales del río Spree.
En el seno de una familia judía, liberal e ilustrada, había
nacido en Polonia en 1871, cuando Polonia era parte del Imperio Ruso, y desde
muy joven se integró en el movimiento socialista y está considerada como una de
las fundadoras del socialismo democrático. A pesar de las limitaciones que el
régimen zarista imponía a los judíos consiguió estudiar. El sentimiento
antijudío era muy fuerte y prueba de ello son los pogromos aprobados en 1881.
Su militancia la obligó a salir de Polonia y exiliarse con 18 años en Suiza, donde
se unió a quienes desde allí dirigían el Partido Socialdemócrata Polaco. Suiza
fue el primer país europeo donde sus universidades admitieron mujeres y allí
estudió ciencias naturales, matemáticas y economía. Conoció a Leo Jogiches, un
revolucionario socialista que ayudó a Rosa Luxemburgo en su formación
ideológica e intelectual, aunque pronto comenzó a desarrollar su propio
discurso, para convertirse en uno de los mejores talentos del pensamiento
marxista, algo que plasmó en su obra “La
acumulación de capital”, publicada en 1913. Aquella relación sentimental e
ideológica con Leo Jogiches duró hasta 1907, aunque en 1898 ella se trasladó a
Alemania y se unió al Partido Socialdemócrata alemán (SPD).
Conocida como la “Rosa Roja”, celebró que los
socialdemócratas alemanes obtuvieran un buen resultado en las elecciones
parlamentarias de 1914 (110 parlamentarios y más de 4 millones de votos), pero
se decepcionó cuando el SPD, en agosto de ese año, votó a favor de aumentar el
presupuesto militar, con el voto en contra del diputado Karl Liebknecht. En la
tensión entre el nacionalismo y el internacionalismo está el origen de la
crisis de la II Internacional, creada por los partidos socialistas y laboristas
en 1889 que se escindió en 1916 dando pie a la creación en 1919 de la III
Internacional de inspiración comunista.
Rosa Luxemburgo fue partidaria inicialmente de Karl Kautsky,
influyente teórico del SPD y defensor de la ortodoxia marxista, aunque siguieron
trayectorias ideológicas diferentes, sobre todo por la cuestión de cómo los
trabajadores podían acceder al poder. No compartía las tesis de los
revisionistas teóricos encabezados por Eduard Bernstein, miembro igualmente del
SPD y crítico de la ortodoxia marxista. Esas diferencias las plasmó en su obra “¿Reforma o Revolución?”.
Fue encarcelada por encabezar las protestas contra la
Primera Guerra Mundial y en la cárcel tuvo noticia de la Revolución rusa de
1917, aunque no compartió las acciones posteriores de los bolcheviques cuando,
reprimiendo la libertad en Rusia, disolvieron la Asamblea Constituyente electa
y suprimieron a los partidos políticos rivales. Rosa Luxemburgo no creía en una
revolución que fuera hecha por una élite, aunque se definiera como vanguardia
revolucionaría. Ella defendía que la revolución debía venir desde abajo, desde
el pueblo. En 1931 Stalin declaró a Rosa Luxemburgo enemiga de la auténtica
revolución, la del comunismo soviético.
Compartió amistad con la líder comunista Clara Zedkin y
con ella y con Karl Liebknecht, fue una de las fundadoras de la Liga
Espartaquista en 1918, una escisión de la socialdemocracia y núcleo inicial de
lo que sería el partido comunista alemán (KPD) en 1919, afiliado a la III
Internacional. Su objetivo era construir un partido obrero, revolucionario e
internacionalista. Fue Clara Zedkin quien despidió en su entierro a Rosa
Luxemburgo: “ella fue la llama viviente de la revolución”.
Entre el 5 de y el 12 de enero de 1919, Berlín fue
escenario de una huelga general, aspirando los manifestantes a repetir la
experiencia rusa. La huelga fue apoyada activamente por la Liga Espartaquista,
aunque no fue organizada por la Liga. La propia Rosa Luxemburgo señaló que la
situación de Alemania de 1919 no era igual a la de Rusia en 1917, pero se
sintió obligada a participar. En su libro “Huelga
de masas, partido y sindicatos” mantiene que las “huelgas de masas” son un
elemento sustancial de la lucha revolucionaria de los trabajadores. El Canciller
socialdemócrata Friedrich Ebert ordenó detener aquella rebelión. El objetivo de
la socialdemocracia, que gobernaba Alemania desde unas semanas antes, era
aplastar los brotes revolucionarios y normalizar la política por la vía
parlamentaria. Los socialdemócratas querían una república con libertades y
parlamento y los espartaquistas aspiraban a una revolución proletaria. Fue
entonces cuando detuvieron a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht y ambos fueron
torturados y humillados antes de morir. Se consumaba la ruptura entre
comunistas y socialdemócratas.
La relación entre el SPD y Rosa Luxemburgo es complicada;
no le resulta cómodo a la socialdemocracia alemana actual recordar a la figura
de Rosa Luxemburgo. No solo porque ella encabezó la disidencia que daría lugar
al nacimiento del Partido Comunista Alemán, sino porque el grupo de los
soldados que detuvieron y mataron a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht estaban
bajo la jurisdicción de un gobierno socialdemócrata cuyo ministro de Defensa
era Gustav Noske.
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