ELECCIONES
EN ANDALUCÍA
El último
resultado electoral en Andalucía ha producido algún disgusto, quizá más de una
lágrima, bastante desconcierto y abundantes elementos para la reflexión y el
debate.
Ese resultado ha
institucionalizado a la extrema derecha con el aplauso de algunos medios
digitales; ha premiado la brocha gorda, la agitación y el mensaje grueso; ha
difundido el discurso xenófobo, antifeminista y antieuropeo, un discurso que
verbaliza sin titubeos su animadversión a la realidad autonómica española. Se
ha reflejado en votos la reacción del sector de una sociedad conservadora que
ve cómo algunos de sus valores tradicionales pueden estar amenazados por la extensión
de determinados derechos; sectores que confunden Patria con Semana Santa, que
rechazan el mestizaje de un sociedad plural, que sienten que está amenazada la
unidad de España porque a algunos no les gusta la caza y que desgranan una
hostilidad agresiva a la igualdad de género.
En el resultado
se ha producido una aparente contradicción: quien ha ganado en las urnas, el
PSOE, ha perdido las elecciones al pasar de 47 escaños a 33 y quien ha perdido
las elecciones, el PP, con 7 escaños menos que en 2015, se dice que ha ganado estas
elecciones. El Podemos andaluz, por su parte, ha disminuido en 3 diputados y ha
obtenido 300.000 votos menos que en 2015, cuando se presentaron separados
Podemos e Izquierda Unida.
Lo que no
consiguió Javier Arenas en 2012 con 50 escaños, cuando el Presidente Griñán
sumo a sus 47 diputados los 12 de Izquierda Unida, parece que lo puede
conseguir el popular Juan Manuel Moreno con 26 escaños. Es el éxito del
aznarismo de Casado que, viendo su permanente sonrisa, daría la impresión que
ha hecho “saltar la banca” por mayoría absoluta, cuando en realidad el PP de
Casado, el que ha vuelto a “las esencias”, además de legitimar con su discurso
a la extrema derecha, ha obtenido los peores resultados electorales de su
historia en Andalucía.
El abandono por
Ciudadanos del centro político, su renuncia a ser una opción de partido liberal
reformista en su afán por producir el sorpasso sobre la derecha españolista que
representa el PP, con su discurso radicalmente anticatalán y en su objetivo de
arrinconar al PSOE, ha colaborado, quizá sin buscarlo, a que haya aparecido en
el escenario un partido de extrema derecha.
En las ganas de
desalojar al PSOE del Palacio de San Telmo (sede del Gobierno de Andalucía)
coinciden Ciudadanos y PP. ¿Volverán a señalar al Gobierno del Presidente
Sánchez de ilegítimo porque gobierna con una minoría parlamentaria? La disputa
entre Ciudadanos y el PP por la hegemonía de la derecha, es una batalla que no
ha concluido. Si es cierto que hay tantas coincidencias, algunos comentaristas
señalan que podía concluir esa pugna con una fusión.
En el mal
resultado del PSOE han pesado los “ERES” y un cierto cabreo generalizado
(todavía se dejan notar en el empleo y los salarios, los efectos de la recesión
de 2008). La responsable más directa es Susana Díaz, pero Pedro Sánchez también
debiera asumir su parte de responsabilidad. Tendrá que reflexionar Sánchez
sobre las causas de la tasa de abstención, la más alta desde 1990, y que ha
tenido un resultado devastador para la izquierda; deberá pensar sobre el efecto
electoral en Andalucía de su aproximación a los “podemitas” de Iglesias, o
sobre cómo se han interpretado sus relaciones y escarceos con sectores del
independentismo catalán. Creo que al votante socialista nunca le han gustado
algunos compañeros de viaje, como tampoco le gusta que existan diferencias en
el modelo de gobernabilidad; el modelo y discurso del PSOE tiene que ser igual
en toda España. Creo que al votante socialista, no le gusta que Sánchez de la
sensación de blanquear al secesionismo catalán, personalizado en personajes tan
turbios como Torra o Puigdemont.
El mal resultado
del socialismo andaluz también afecta a Pedro Sánchez quien, lógicamente,
confiaba en un buen resultado en Andalucía para decidir el próximo calendario
electoral.
La opción para
que el PSOE gobierne no puede sustentarse únicamente en una alianza con Podemos
(los que hablan del “régimen del 78” al referirse a la Constitución). En una
política parlamentaria sin mayorías claras, no pueden ser únicamente válidas
las políticas de bloques. ¿Por qué no aceptar la validez de acuerdos
transversales?
No sé si andamos
cerca de un escenario a la italiana. Lo cierto es que ha llegado el
nacional-populismo que abrió las puertas al fascismo en la Europa de
entreguerras y que acabó con la democracia liberal. Lo grave es que hay
personal acomodado que se siente a gusto en ese fango.
Frente a
discursos xenófobos, anclados en políticas autoritarias cargadas de odio al
diferente, sería bueno que los partidos políticos de tradición democrática,
constitucional y europea, aceptando las dificultades de gestionar los intereses
no siempre coincidentes de una sociedad plural y compleja, trabajaran para
recuperar el valor moral de la democracia, el prestigio y dignidad de las
instituciones y la regeneración de la vida pública; en definitiva, trabajar por
relacionar ética y política, porque de lo que estamos hablando es de la paz
social.
(Artículo publicado en El Diario Montañés el 19.12.18)