Notas de cuando leí “Recordarán tu nombre” de Lorenzo Silva
En “Recordarán tu nombre”, Lorenzo Silva
narra en primera persona cómo descubrió un momento heroico, trágico y olvidado
de la historia española. En la historia de la sublevación militar en Barcelona
el 19 de julio de 1936, cuando el general Goded desafía la legalidad
republicana y frente a esa actitud, está la decisión del general Aranguren, el
máximo responsable de la Guardia Civil, que optó por defender la legalidad y la
democracia.
"Si mañana me
fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus
juramentos militares. Pero si mañana le fusilan a usted, fusilarán a un general
que ha faltado a su palabra y a su honor". Con estas palabras respondía
ese 19 de julio Aranguren a la petición de adhesión a los sublevados que le
hacía el general Manuel Goded,
el que fuera su compañero de armas en la Segunda Guerra de Marruecos y ahora
jefe del alzamiento en Barcelona, en una llamada telefónica a su puesto de
mando en la Conselleria de Gobernación de la Generalitat Catalana, que tenía
las competencias de orden público.
Lorenzo Silva nos acerca a esta historia de un héroe olvidado. Un hombre
que fue capaz de anteponer la lealtad y su sentido del deber a las órdenes de
quienes acabarían haciéndose con el poder.
La negativa
del general José Aranguren a colaborar con el alzamiento de 1936, acabaría
costándole la vida.
La figura del
general José Aranguren, asegura Lorenzo Silva, “cambió la historia de España”
porque hizo fracasar el golpe de estado del 36 en Barcelona. “De haber
triunfado el golpe en Cataluña, la República hubiera quedado sin conexión con
Francia y la guerra hubiera durado mes y medio”.
Dos nacionalistas
catalanes como Frederic Escofet, entonces comisario general de Orden Público de
la Generalitat, y el diputado Rubió y Tudurí, admiten en sus memorias que "fue la Guardia Civil la que decidió la
jornada y, si se hubiera ido con los rebeldes, el golpe
habría triunfado".
Lorenzo Silva nos cuenta la historia del
general Aranguren con hechos documentados y acreditados.
Dice Lorenzo Silva: "La Historia se ve
mejor a través de los ojos de los derrotados; no de los bandos derrotados, sino
de las personas derrotadas, que suele haberlas en los dos bandos”.
A Silva le agarró la
historia de Aranguren cuando vio su fotografía y vio en ella la cara de su
abuelo Manuel, que no fue guardia civil sino guardia de seguridad, "y no
lo mataron, pero sí le echaron de la policía y su vida quedó truncada también
por la guerra".
El general Aranguren, con su negativa a
quebrantar su sentido del deber, "demostró que la barbarie era opcional",
no necesaria, aunque conduciéndose así se expusiera a la persecución, a
"un juicio deleznable" revestido de apariencia de legalidad y, al
final, a una ejecución vergonzante para un hombre de honor: fusilado el 22 abril del 1939 en una
silla, porque las lesiones producto de un accidente de coche le impedían
ponerse en pie.
Lorenzo Silva considera que "la sociedad
española es rehén" todavía de algunos de los discursos o relatos que
sobreviven en los dos bandos. De ahí que demande que, desde un lado, se suelte
lastre con la figura de Franco, alguien absolutamente "irrecuperable"
en su opinión, como denota el hecho de que mandara fusilar, aunque fuera
sentado, a quien fuera antiguo compañero
de armas, de origen ferrolano como él, medio pariente y hasta amigo.
Aranguren y
Franco tuvieron un trato estrecho cuando coincidieron
durante unos meses en 1932 en Galicia, el primero como jefe de la Guardia Civil
en Galicia y el segundo como mando de la 15ª Brigada de Infantería de Galicia.
Con frecuencia cada uno visitaba al otro en su domicilio acompañado de su
familia, pero eso no impidió a
Franco fusilar a Aranguren tras el triunfo nacional y desoír todas las
peticiones de clemencia de la familia: "Cuando Franco ordena que lo fusilen, ordena fusilar a
alguien cuyos hijos conoce, conoce a quienes iba a dejar huérfanos".
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