“La última hermana” de Jorge Edwards
El escritor chileno
Jorge Edwards supo de María Edwards Mac-Clure, una pariente lejana con una vida
notable en 1962, cuando era diplomático en París. Cuatro décadas más tarde,
cuando él mismo llegó en 2010 como embajador a la capital francesa en el gobierno
de Sebastián Piñera, aquella historia se transformó en un libro: “La
última hermana”.
El personaje
principal nació en Santiago en 1893 y llegó casada a Londres poco después de la
Primera Guerra Mundial donde su hermano Agustín había sido embajador y donde,
con su marido chileno, cultivó amistades, inclusive en los círculos literarios.
Cuando quedó viuda, en vez de regresar a su país, como deseaba su familia,
prefirió quedarse sola y soltera en la turbulenta Europa de los años anteriores
al gran conflicto mundial.
Jorge Edwards nunca
llegó a conocer a la protagonista de su libro, “una mujer chilena de alta
sociedad, más bien frívola”, “pero investigué su vida todo lo que se podía
investigar”. Supo, por ejemplo, que su matrimonio no terminó bien: el esposo se
suicidó después de enamorarse de una actriz norteamericana. María regresó a
Chile, dejó a su niña con la familia y volvió a París, “donde se involucró de
lleno con los escritores, artistas y pintores franceses de la época”. Cuando
estalló la Segunda Guerra Mundial y París fue ocupada por los nazis, María le
confesó a una amiga judía: “No quiero estar jugando al bridge mientras la gente
se mata”. Actuó con un heroísmo sin énfasis, nacido no tanto del valor como
del vitalismo.
Madame Edwards, como
la conocían, se hizo entonces asistente social del Hospital Rothschild que
estaba intervenido por la Gestapo. Su vida cambió y durante 1942 se dedicó a
rescatar a recién nacidos judíos, cuyas madres eran trasladadas a Auschwitz
tras dar a luz. Edwards llegó a conocer a dos de esos niños rescatados, ya
mayores. Uno era sastre y, el otro, primer violín de una importante orquesta
parisina.
Como buena dama
chilena, durante el tiempo que vivió en Europa, estuvo acompañada de Brunilda,
su cocinera de Antofagasta, quién fue su confidente, fuente de información, y
consejera. Cuando, finalmente, María regresa a Chile para morir, Brunilda se
queda para siempre en París para después casarse con un chofer de la embajada
mexicana.
María Edwards es parte del memorial Yad Vashem, de Israel, como una de los Justos entre
las Naciones por su participación en salvar la vida de niños judíos en Francia.
A finales de 1942, “la
Gestapo descubrió lo que hacía y la torturó ferozmente”. La noticia llegó a
oídos del almirante Wilhelm Canaris, jefe del espionaje militar del Ejército
alemán, que en su juventud había estado en Chile. En julio de 1944,
por su participación en la Operación Valkiria, Canaris fue enviado a la horca
por Hitler. Canaris es uno de los hombres importantes en la
novela.
Por las páginas de “La última hermana” circulan
personajes conocidos: Colette, Ernst Jünger, Buñuel y Vicente Huidobro.
En 1960, ya en
Chile, María recibió una llamada del Embajador de Francia quien le comunica
que, por encargo de su gobierno, debía hacerle entrega de una distinción
honorífica. Recibió la Legión de Honor por ser, en palabras del Embajador, “una
heroína discreta, abnegada y elegante de la Resistencia”. A la ceremonia
asistió el Embajador de Israel.
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