Había visto anteriormente algunas exposiciones de la obra de MARÍA BLANCHARD (Santander, 1881 – París, 1932), pero la que he visto en el Museo Reina Sofía de Madrid me parece la más completa. Con ella se trata de recuperar a una artista fundamental en las vanguardias de principio de siglo XX, que abandonó España en 1916 para instalarse en París. Esta exposición es continuación de la que dedicó a María Blanchard la Fundación Botín el pasado verano en Santander.
No tuvo una vida fácil. Diego Rivera, con quien compartió estudio en París, escribió de ella: “Era jorobada y alzaba poco más de cuatro pies del suelo. Pero encima de su cuerpo deforme había una hermosa cabeza. Sus manos eran, también, las más bellas manos que yo jamás haya visto”. “Ningún colorista de nuestro tiempo la sobrepasa”.
La historiografía del arte en España no siempre ha sido justa con ella. Su trabajo, técnica y sensibilidad son fundamentales en el cubismo y en esa vuelta al realismo personal o mágico que se produce en algunos artistas en los años 20.
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