MARIO VARGAS LLOSA, Premio Nobel de Literatura 2010. Un merecido premio para quien une en su obra su capacidad de fabulador, de inventor o narrador de historias con un discurso literario eficaz y hermoso.
Autor a veces incómodo por sus críticas a los gobiernos, discutible en algunas de sus afirmaciones ultraliberales, sin embargo nadie le puede discutir su honestidad intelectual, su defensa de la sociedad abierta, su compromiso con la libertad individual, el rechazo a toda dictadura y autoritarismo, su crítica a los mesianismos redentores y su cuestionamiento a determinadas formas coercitivas del Estado. Y tampoco se podrá discutir la visión progresista que aparece en muchas de sus obras. Leyendo sus colaboraciones en la prensa se puede seguir su defensa de las libertades individuales y su enfrentamiento radical a todo poder autoritario provenga de algún gobierno o de la Iglesia católica.
No me gusta el Vargas Llosa que manifiesta su entusiasmo por Margaret Thatcher y me gusta el Vargas Llosa que defiende la libertad como fundamento de la dignidad.
En estos días se ha recordado la frase que le dijo un día Pablo Neruda: “Por cada elogio recibirás dos insultos”.
El Jurado del Nobel ha dicho que le concede el Premio “Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. Una definición que, por acertada, ha entusiasmado al propio Vargas Llosa.
Coincido con Enrique Krauze cuando escribe (El País, 13.10.10.): “Es el Premio al compromiso moral, a nuestra literatura y a nuestra lengua, a España, a Perú y Latinoamérica”.
Autor a veces incómodo por sus críticas a los gobiernos, discutible en algunas de sus afirmaciones ultraliberales, sin embargo nadie le puede discutir su honestidad intelectual, su defensa de la sociedad abierta, su compromiso con la libertad individual, el rechazo a toda dictadura y autoritarismo, su crítica a los mesianismos redentores y su cuestionamiento a determinadas formas coercitivas del Estado. Y tampoco se podrá discutir la visión progresista que aparece en muchas de sus obras. Leyendo sus colaboraciones en la prensa se puede seguir su defensa de las libertades individuales y su enfrentamiento radical a todo poder autoritario provenga de algún gobierno o de la Iglesia católica.
No me gusta el Vargas Llosa que manifiesta su entusiasmo por Margaret Thatcher y me gusta el Vargas Llosa que defiende la libertad como fundamento de la dignidad.
En estos días se ha recordado la frase que le dijo un día Pablo Neruda: “Por cada elogio recibirás dos insultos”.
El Jurado del Nobel ha dicho que le concede el Premio “Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. Una definición que, por acertada, ha entusiasmado al propio Vargas Llosa.
Coincido con Enrique Krauze cuando escribe (El País, 13.10.10.): “Es el Premio al compromiso moral, a nuestra literatura y a nuestra lengua, a España, a Perú y Latinoamérica”.
Cito algunas de sus novelas (no cito ensayos y memorias)
“Los jefes” (1959)
“La ciudad y los perros” (1963)
“La casa verde” (1966)
“Los cachorros” (1967)
“Conversación en La Catedral” (1969)
"Pantaleón y las visitadoras” (1973)
“La ía Julia y el escribidor” (1977)
“La guerra del fin del mundo” (1981)
"¿Quién mató a Palomino Molero?” (1986)
"El hablador” (1987)
“Elogio de la madrastra” (1988)
“Lituma en los Andes” (1983)
“Los cuadernos de Don Rigoberto” (1987)
“La Fiesta del Chivo” (2000)
“Travesuras de la niña mala” (2006)
En las próximas semanas aparecerá su nueva obra “El sueño del celta”, que por lo que he leído promete ser un texto con mucho atractivo en el que cuenta la vida de un cónsul inglés que denunció las atrocidades coloniales en Congo.
Seguiré leyendo los artículos de Vargas Llosa en El País (para mí una lección en cada texto) y seguiré leyendo sus novelas. La última que leí “La Fiesta del Chivo”, impresionante.
“Los jefes” (1959)
“La ciudad y los perros” (1963)
“La casa verde” (1966)
“Los cachorros” (1967)
“Conversación en La Catedral” (1969)
"Pantaleón y las visitadoras” (1973)
“La ía Julia y el escribidor” (1977)
“La guerra del fin del mundo” (1981)
"¿Quién mató a Palomino Molero?” (1986)
"El hablador” (1987)
“Elogio de la madrastra” (1988)
“Lituma en los Andes” (1983)
“Los cuadernos de Don Rigoberto” (1987)
“La Fiesta del Chivo” (2000)
“Travesuras de la niña mala” (2006)
En las próximas semanas aparecerá su nueva obra “El sueño del celta”, que por lo que he leído promete ser un texto con mucho atractivo en el que cuenta la vida de un cónsul inglés que denunció las atrocidades coloniales en Congo.
Seguiré leyendo los artículos de Vargas Llosa en El País (para mí una lección en cada texto) y seguiré leyendo sus novelas. La última que leí “La Fiesta del Chivo”, impresionante.
2 comentarios:
Yo solo he leído dos de sus novelas, y aunque bien escritas, desde luego, no se me han quedado dentro.
Elvira: cada autor, cada novela tiene impactos diferentes para los lectores.
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